WASHINGTON.- La decisión del secretario de Justicia saliente William Barr de designar un fiscal especial para indagar en el manejo de la investigación de la injerencia rusa garantiza que su sucesor no tendrá una transición fácil.
La decisión, que Barr explicó a The Associated Press el martes, podría dar lugar a una acalorada audiencia de confirmación del nominado por el presidente electo Joe Biden, no anunciado aún.
Los senadores republicanos probablemente exigirán al nominado a que se comprometa a realizar una investigación independiente.
La presión sobre el nuevo secretario de Justicia difícilmente disminuirá cuando asuma.
Mientras el fiscal especial realice su trabajo durante los primeros días del gobierno de Biden, podría resultarle difícil a la nueva conducción del departamento investigar al presidente Donald Trump y sus socios sin dar una imagen de que se dejan llevar por consideraciones políticas.
Barr designó al fiscal John Durham para el puesto mientras Trump sigue impulsando sus denuncias de que la investigación que ensombreció su presidencia fue una “cacería de brujas”.
Es el ejemplo más reciente de cómo los funcionarios de Trump aprovechan sus últimos días en la Casa Blanca para aprobar nuevas normas destinadas a cimentar el legado del presidente saliente.
El caso del fiscal reviste una importancia especial porque obliga a los demócratas a realizar una investigación que consideran viciada.
Y es poco lo que el nuevo gobierno puede hacer al respecto.
“Desde el punto de vista político, la decisión es de una elegancia letal que pondría verde de envidia al mismo Maquiavelo”, escribió Jonathan Turley, profesor de derecho público de la Universidad George Washington, en una columna de opinión para el diario USA Today.
A un fiscal especial solo se lo puede despedir por justa causa. Y tal como sucedió con la investigación de la injerencia rusa dirigida por Robert Mueller, éstas suelen desviarse de sus orígenes.
El equipo de transición de Biden no respondió a un pedido de declaraciones sobre el nombramiento.