Uno de los retos más importantes que enfrenta un Estado contemporáneo son las necesidades crecientes mientras sus fuentes tradicionales de ingreso disminuyen o se transforman.
Esto es particularmente cierto en el caso de las economías que han iniciado la transición de una base industrial a una de servicios e información.
Pero también lo es en el caso de países que, como el nuestro, han visto su base industrial disminuir paulatinamente.
Puestos en esa situación, y producto también de procesos históricos anteriores a la fundación de la República, las finanzas públicas se levantaron en gran medida sobre el pilar de los recursos provistos por las aduanas. Tal fue la importancia de esta fuente de ingresos que su control para pagar las deudas del Estado sirvió de justificación a la ocupación estadounidense de 1916.
Sin embargo, el desarrollo en el tiempo del comercio internacional ha cambiado las reglas de juego. La reducción de los aranceles y la instauración del libre comercio han obligado a los países a repensar el papel que juegan las aduanas y las formas en que pueden beneficiarse del comercio internacional.
Durante décadas, la República Dominicana ha permitido a empresas locales y extranjeras usar el modelo de zonas francas para acceder a los mercados internacionales sin necesidad de pagar aranceles de importación. Empero, la posición estratégica del país le permite aprovechar otros mecanismos.
Por ejemplo, los centros logísticos, que aprovechan la ubicación de nuestros puertos para almacenar provisionalmente mercancía no destinadas al mercado interno. O, también, los depósitos aduaneros de reexportación.
Una de las contribuciones de la Ley 168-21 General de Aduanas es que ayudó a reducir la dispersión legislativa. Esto fue un gran avance, pero la naturaleza mutable del comercio internacional obliga al Estado dominicano a adaptar permanentemente el régimen jurídico aplicable. Además, y quizás más retador, debe asegurarse siempre de aplicar las normas jurídicas existentes de tal forma que se aprovechen al máximo las oportunidades de un mundo cambiante.
Este es un desafío que el país ha sorteado en los últimos años gracias a la modernización de las aduanas, pero frente al cual no debemos confiarnos. Ningún esfuerzo es perfecto, y para lograr el éxito se requiere vigilancia permanente. Es posible.