Es entendible que en Rusia miles de comunistas celebren el centenario de la revolución bolchevique que resultó en la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), estado disuelto hace casi tres décadas.
Su sociedad agraria y feudal dio un asombroso brinco que le permitió competir con Estados Unidos por la hegemonía política, convertirse en potencia militar con programa espacial y sacar de la pobreza a la mayoría de su población.
El precio, dictadura feroz con dirigismo estatal, hizo fracasar el invento y la URSS implosionó. Al menos tuvieron su minuto de gloria y logros tangibles de qué enorgullecerse, aunque Putin y sus socios hayan optado por ignorar el aniversario.
Pero que el chavismo, que distinto a la URSS no convence a casi nadie fuera de Venezuela, lo celebre con marchas forzadas y estribillos comunistas, indica el grado de desquiciamiento de Maduro y sus camaradas.
“¡Que viva Lenin!”, voceó Maduro, quizás envidiando el efímero respeto concitado por Fidel cuando coreaba similarmente medio siglo antes. Pobre Venezuela, festejando en un velorio…
