Fidel Castro Ruz es sin lugar a dudas el latinoamericano más trascendental y emblemático del siglo XX y parte del XXI. Como todo gran líder, no pasó desapercibido tuvo adeptos que lo amaban y adversarios que lo odiaron hasta el cansancio. Es innegable que cometió aciertos y desaciertos como todo mortal.
De Fidel hay quienes hablarán, escribirán, murmurarán y pensarán muchas cosas, algunos hasta llegarán a creer que no se trata de la misma persona, pero sí, es el mismo hombre, el asaltante del Moncada, el capitán del Granma, el comandante de la Sierra Maestra, el carismático líder de la oratoria fluida y convincente, un rebelde pero como ya él explicó, con causa.
La imparcialidad no es una virtud de la condición humana; el lado del que estemos sentados determinará en parte lo que querramos ver y decir del líder de la Revolución Cubana.
Pero sin importar de qué lado nos sentemos (izquierdo o derecho) nadie podrá negar que gozaba de una brillantez y profundidad de pensamiento excepcional. Cuando se refieran a Fidel hasta sus más férreos detractores tendrán que reconocer que fue inspirador y promotor de revoluciones y sobre todo coherente en sus ideas.
No hay espacio en Cuba ni fuera de esa isla, donde ocultar el sacrificio que realizó para llevar a cabo la proeza de derrocar con apenas una veintena de hombres (que luego se multiplicaron) a un régimen apoyado por el imperialismo norteamericano.
Cuando hablen del ícono revolucionario, dirán muchas cosas pero no que fuera un cobarde, él no se sentó a esperar que los ángeles ni los demonios vinieran a llevarse a Batista para regresar a Cuba. Trilló su propio camino, camino que devolvió la esperanza a un pueblo saqueado, hambriento y con escasos niveles educativos.
Entre sus grandes aportes habrá que reconocer que llevó su discurso a la acción y revistió de dignidad a una nación que no conocía otra cosa que las relaciones de inequidad y explotación que caracterizan al capitalismo.
Mientras algunos lloran y otros celebran su muerte, hay quienes abrazamos las ideas de Fidel; por fortuna, solo las personas mueren… las ideas son inmortales.