He leído centenares de escritos sobre la vida de Fidel Castro después de su muerte, la mayoría de brillantes intelectuales dominicanos.
Casi todas las loas sobre la vida y obra del líder rebelde son bien merecidas. Este artículo estaba en mi mente desde la crisis de los misiles rusos en Cuba. Esperé los días que han pasado después de su muerte por respeto al difunto, hoy no he podido aguantar más.
Fidel, desde temprana edad dio demostraciones de rebeldía, valentía, inteligencia y coraje, eso nadie se lo puede negar.
Desde las incursiones en los movimientos estudiantiles en La Habana; el asalto al cuartel Moncada; el juicio posterior, su inclusión en la fracasada expedición de Cayo Confite; la llegada a Cuba desde México en el buque Gramma con unos cuantos expedicionarios; las luchas en la Sierra Maestra para luego derrotar al régimen de Fulgencio Batista; su lucha titánica durante la invasión de Playa Girón y la dirección posterior para mantener su Revolución, son acciones indiscutibles de valor y decisión, eso nadie se lo puede negar.
Una persona puede hacer con su vida lo que su conciencia le dicte, siempre y cuando no ponga en riesgo la vida de los demás. Fidel se la jugó muchas veces y salió airoso, fue muy dichoso y murió en su cama.
Hasta ahí todo está bien, lo que yo nunca le voy a aplaudir es que con sus acciones desesperadas y en nombre de su revolución pusiese en juego la misma existencia de la raza humana.
Ningún hombre por valiente, inteligente y supuestamente bien intencionado que sea con sus ideas, ponga en juego la familia, un país o la existencia de la Humanidad.
De una manera desesperada y alocada por salvar su pellejo, Fidel Castro cometió un acto innegable de locura al permitir de manera clandestina la instalación en territorio cubano de una base rusa de misiles nucleares a unos 100 kilómetros de Estados Unidos. Nunca en su historia la Humanidad estuvo tan cerca de desaparecer.
He visto centenares de veces el reportaje de la crisis de los misiles en Cuba, ver los barcos rusos navegando hacia las costas cubanas para enfrentarse a los navíos americanos todos con ojivas nucleares con instrucciones de destruir al enemigo.
Cada segundo que pasaba acercaba a la Humanidad a su destrucción, una guerra nuclear eminente entre la Unión Soviética y Estados Unidos iba a representar indiscutiblemente la extinción de la especie humana, todo esto por la decisión de un solo hombre.
La desaparición de los dinosaurios fue un juego de niños en comparación con el peligro en que colocó a la Humanidad el genio de Fidel.
Se ha hablado mucho del bloqueo norteamericano sobre Cuba, y yo estoy de acuerdo que sea quitado; los cubanos no tienen necesariamente que seguir sufriendo por esta medida, pero al mismo tiempo me pregunto, ¿qué usted le haría a un enemigo que le instala en su patio una plataforma nuclear de misiles?
Una vez se le preguntó a Trujillo en la Hacienda Fundación su parecer sobre Fidel, esto pasó meses antes de la muerte de Trujillo. Sin pensarlo mucho, Trujillo respondió: Fidel es un loco.
Yo tenía unos 17 años de edad cuando esa entrevista y obviamente como joven normal era fidelista total. Durante la crisis de los misiles me acordé de la frase de Trujillo.