“Me apuntaron con las armas y me amenazaron con matarme si no les entregaba dinero. Se llevaron un televisor plasma, más de treinta mil pesos, iPads y celulares”.
Podría presumirse, al leer el párrafo anterior, que se trata de una escena de una película de terror, de esas tantas que vemos a diario con indiferencia en la pantalla chica.
Pero no, no se trata de ninguna ficción, sino de un episodio arrancado de la realidad. Son ellas las palabras textuales de una víctima atracada hace pocos días en la ciudad de San Cristóbal, que bien podría calificarse como la capital del crimen, ante la incapacidad de las autoridades para frenar los desmanes de la delincuencia.
Habría que decir que en todas partes hay violadores de la ley, mas pocos lugares hay en la Tierra donde, en proporción con la población, los desafueros estén tan intensamente a la orden del día.
Una de las zonas de San Cristóbal más afectadas por la delincuencia es la urbanización Las Arecas, donde los asaltos a mano armada y los robos a las residencias se producen con mucha frecuencia y a la luz del sol, utilizando para ello vehículos robados o motocicletas sin placas de identificación.
La prensa se ha hecho eco, en cada ocasión, de los más notorios crímenes y delitos cometidos en dicha ciudad, tales como el robo por encapuchados de seis millones de pesos en cajeros automáticos, balaceras callejeras y otros.
¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defendernos?