Antes del arbitrario cierre por Haití del comercio legal por vía terrestre en la frontera en 2015, prohibiendo 23 productos, los dominicanos les suplíamos casi el 70 % del acero que consumían, mayormente varillas de construcción.
Hoy ese mercado beneficia a exportadores de Turquía y China. Peor aún, el alegado propósito haitiano de controlar su comercio exterior no se ha cumplido, pues en vez de un negocio legal y regulado imperan el contrabando y la competencia desleal, incluyendo anarquía en las normas y calidades.
Esta es la clase de situación en que a algunos abanderados del libre comercio se les ve el refajo, pues abogan por apertura sólo para traer sin control productos foráneos, pero no defienden igualmente a productores locales eficientes y competitivos, como nuestros exportadores de acero.
Si Haití, incapaz hasta de llevar un registro civil, narigonea al empresariado dominicano dizque porque en la frontera terrestre no puede instalar aduanas, ¿no amerita ello acciones gubernamentales nuestras defendiendo al interés dominicano? Debería avergonzarnos que un territorio inviable como Haití nos enrede…