Felicidades papá

Felicidades papá

Felicidades papá

Claudio Caamaño Vélez.

El pasado 21 de febrero mi padre, Claudio Caamaño Grullón, cumpliría 85 años, de seguro nos hubiésemos reunido a cortarle un bizcocho y cantarle. Pero murió hace casi siete años.

Mi padre no le tenía miedo a la muerte. Tenía un profundo amor por la vida y un inmenso deseo de seguir aportando a su país. Se esforzaba en mantener la salud necesaria para sirvirle a la Patria.

Se levantaba a las cinco de la mañana, ejercitaba dos horas cada día y mantenía una estricta disciplina de alimentación.

A sus 78 años solo tomaba una pastilla: un multivitamínico. Tenía un físico mejor que el que yo tengo ahora.
Murió el 22 de marzo de 2016, luego de un accidente de tránsito… Pero no murió por el accidente, lo mató el inhumano sistema de salud dominicano.

Recorrió varios centros de salud. Su vehículo fue chocado antes de las seis de la tarde, y fue ingresado pasada las diez de la noche. Imaginen lo que eso significa para alguien con varias costillas rotas, un brazo fracturado y perforación pulmonar.

Mi padre vivió para su pueblo, se jugó la vida muchas veces. Nunca le falló a su país, pero el país le falló a él.
Quizás mi padre hubiese muerto por alguna otra razón, o tal vez estaríamos juntos brindando por la vida.

Eso es imposible de saber. Lo cierto es que el sistema inhumano que lo abandonó cuando más lo necesitaba sigue siendo igual de maldito y despiadado.

Hago este escrito con la esperanza de que la salud sea un derecho y no un asqueroso negocio. Ojalá la absurda muerte de mi padre, y de otros miles, sirva para que las personas dejen de morir por la ambición y falta de escrúpulos de unos pocos.