Fe y esperanza en RD

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Fe y esperanza en RD

Roberto Marcallé Abreu

Este viernes, el ambiente de la ciudad desbordaba de dinamismo gracias a la celebración de las fiestas navideñas. Era tarea casi imposible entrar a los negocios de artículos diversos, mercados y supermercados, virtualmente inundados por miles de personas.

Los atascos en las calles de la ciudad eran abrumadores, y no daban respiro. Las aceras se veían repletas. Desplazarse de un lugar a otro era una tarea imposible.

Es cierto, bajo la serena pero enérgica dirección del presidente Abinader, el país se recupera de los incalculables daños provocados por la pandemia, la crisis económica universal que nos afectó y del masivo saqueo ejecutado por la camarilla derrotada en los comicios de 2020.

Mientras observaba los ajetreados rostros de los transeúntes, los de tantas bellas mujeres, de adultos y niños, no dejé de pensar en los daños provocados al empleo, a la economía y los préstamos asumidos para hacer frente al desgarrador estado de cosas.

En algún momento, una lluvia ligera humedeció el oscuro asfalto de las calles, los pinos, acacias y almendros de las avenidas, los arbustos que adornan los jardines de casas y paseos.

Debo agradecer la avalancha de invitaciones recibidas, las llamadas telefónicas, las tarjetas y cartas ilustradas bellamente con salutaciones navideñas de personas a las que amamos y que, quizás nos aman.

Lo cierto es que la impresión que ofrece la República Dominicana es la de un país que se recupera vigorosamente, que los sectores productivos amparados por el Gobierno y el sector privado adelantan grandes y trascendentes pasos hacia la anhelada normalidad.

Los programas para respaldar económicamente a miles de personas empobrecidas están dando resultados fabulosos.

Es creciente la confianza en el manejo de los recursos públicos y las noticias provenientes del Ministerio Público son la espada que pende sobre quienes hurtaron los dineros del ciudadano.

En algún rincón apartado y oscuro se escucha la vocinglería ensordecedora de quienes fueron desplazados del poder y que temen como el diablo a la cruz al juicio público y contradictorio, la cárcel y la condena por sus delitos. El terror –y el temblor- que evidencian los estamentos de cierta desacreditada oposición se sienten y presienten a gran distancia.

El hecho de que el famoso capo “César el Abusador” indique que el destino que espera a muchos ex funcionarios y dirigentes políticos es más tenebroso que la más oscura de las noches, ya nos dice mucho.

Por supuesto en el país hay muchas cosas qué corregir. El liderazgo del presidente Abinader crece cada día por su positiva conducta de cara al pueblo, su transparencia, su mirada vigilante contra el abuso, la indebida utilización de los recursos del Estado, su preocupación para que se enderecen tantos desaciertos acumulados por la desidia, la depredación, la indiferencia y los excesos.

Hay que ser implacables contra el crimen, los feminicidios y la delincuencia. Hay que seguir protegiendo a los desamparados.

Las campañas contra la pandemia dirigidas por esa dama admirable, Raquel Peña, han rendido y deben seguir rindiendo sus frutos. Migración debe intensificar su trabajo.



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