Parece que incrementará más en el futuro, pero vivimos en la actualidad en una sociedad que se enfrenta a una saturación de información sin precedentes. El auge de los medios digitales, las redes sociales y los constantes ciclos de noticias han creado un entorno en el que los individuos están expuestos a una cantidad masiva de datos y contenidos que sin dudas sobrepasa las capacidades de procesamiento de nuestro cerebro. Este bombardeo informativo, si bien ofrece acceso a una variedad de perspectivas y eventos globales en tiempo real, también ha generado un fenómeno conocido como «fatiga mediática».
El fenómeno
Lo que se ha definido como «fatiga mediática» se refiere a la sensación de agotamiento mental y emocional que experimentan las personas cuando se enfrentan a un exceso de información, particularmente cuando esta es negativa o repetitiva. En lugar de estar más conectados y mejor informados, muchos individuos comienzan a sentirse desbordados, lo que provoca una desconexión progresiva de los temas que importan. La capacidad para procesar la información de manera efectiva disminuye, lo que lleva a una falta de discernimiento y, en muchos casos, a una desensibilización ante eventos críticos, como desastres naturales, conflictos bélicos o crisis políticas.
Los datos
En ese contexto, no es casualidad que casi cuatro de cada 10 (39%) personas en todo el mundo afirman que con frecuencia evitan las noticias, en comparación con el 29% en 2017, según el informe del Instituto Reuters de la Universidad de Oxford de este 2024, haciendo referencia al 2023.
Más aún, el mismo estudio señala que en todo el planeta el 46% de las personas dijeron que estaban muy o extremadamente interesadas en las noticias, frente al 63% de hace siete años.
Lo que provoca
Las consecuencias de esta desconexión son profundas. Cuando una parte significativa de la población pierde interés en temas clave, la capacidad de la sociedad para responder de manera colectiva a problemas importantes se debilita. La fatiga mediática puede llevar a la apatía, lo que afecta la participación ciudadana en temas políticos y sociales. Esto representa un peligro para la democracia, ya que los ciudadanos desinformados o desinteresados tienden a abstenerse de votar, participar en debates públicos o tomar acción en causas comunitarias.
Además, esta desconexión de temas importantes también alimenta la desinformación. Al desconectarse de fuentes de noticias, las personas pueden buscar información en canales menos fiables, lo que facilita la propagación de rumores, teorías conspirativas o noticias falsas. Este fenómeno incrementa la polarización, ya que los individuos, al evitar la sobrecarga de información, pueden refugiarse en cámaras de eco donde solo consumen contenidos que refuerzan sus creencias preexistentes.
Cómo contrarrestarlo
Mitigar los efectos de la fatiga mediática requiere tanto acciones individuales como estructurales. A nivel personal, es vital que los usuarios desarrollen hábitos de consumo mediático más saludables, como limitar el tiempo dedicado a las redes sociales o practicar la “dieta informativa”, seleccionando cuidadosamente las fuentes de información. A nivel estructural, los medios de comunicación deben esforzarse por ofrecer contenidos más equilibrados y fomentar la alfabetización mediática para que los ciudadanos puedan discernir mejor entre la información relevante y la que contribuye a su saturación.
Si hay 10 temas que deben preocupar a los gobiernos para formular sus políticas públicas para el desarrollo social y económico de las personas y la sociedad, abordar la fatiga mediática desde aquellos puntos que la provoca es un tema que debe estar en ese top 10.