Un amigo critica mucho a un colega descalificando su propensión a opinar sobre todo sin ser periodista ni político ni cura, sino abogado.
La farándula dizque le disgusta, pero entretiene… La inmensa mayoría de los periodistas, incluso quienes preferimos temas serios como la política o la economía, igual que los escritores, hasta los filósofos o los poetas, escribimos no sólo porque tenemos la imperiosa necesidad de decir algo, sino porque, aunque lo neguemos, por hipocresía o falsa modestia, nos fascina ser leídos, reconocidos y ocupar un puesto relevante en la discusión de asuntos públicos. Este tema me ha interesado siempre porque muchos escritores se niegan a admitirlo.
En 2021, al publicar Recuerdos de Afganistán, incluí un poema titulado Una Nobel Declara su Aspiración, aludiendo a algo dicho por Louise Glück tras recibir su premio por literatura: quienes escribimos, sean malas crónicas de periódico, alguna conmovedora poesía o un lúcido ensayo, compartimos la misma hambre de aplausos y anhelamos el premio de la aclamación. Escribir sin aspirar a ser leído es como cantar ópera encerrado dentro de un armario.