Los fantasmosos del ‘65, vanos creyentes de sus mentiras infundadas, no sólo procuran inmerecidos reconocimientos y pensiones, sino vender la estéril idea de que el país fuera mejor si hubiesen triunfado y repuesto a Bosch. Tras la guerra, quisieron seguir peleando.
Mataban guardias y policías para desarmarlos, asaltaban bancos y billeteros, secuestraban y ponían bombas. Su secuestro más famoso fue el del coronel Crowley, agregado de defensa de la embajada estadounidense.
Tras su liberación a cambio de excarcelar y deportar a unos terroristas, en marzo de 1970, quiso quedarse en Santo Domingo, pero amenazas por allegados de los secuestradores obligaron a sacarlo del país con su familia.
Crowley falleció de infarto en octubre de 1971. Su hijo Dennis me escribió en 2002 acerca de rumores puestos a circular por los continuadores del MPD, de que la CIA había orquestado el secuestro para desacreditar a los izquierdistas.
“Me temo -dijo- que esa gente ha estado viendo demasiadas películas de James Bond y necesitan de qué ocuparse (get a life)”. Continuadores y herederos de aquella ventolera siguen redituando.