En los deportes, como en cualquier otra actividad de la vida, se compite con probabilidades altas o bajas de perder o ganar, siendo inadmisible para los aficionados la primera opción, en especial cuando entienden que se produjeron fallos elementales durante el desarrollo del enfrentamiento.
Esa visión de fanático es la que produce que no se analice con objetividad y se condene sin piedad los posibles errores que se cometen durante el desarrollo de un partido.
Esa situación es común, y los ánimos se exacerban , cuando compiten selecciones nacionales, representantes de sus respectivos países.
El ejemplo más reciente se produjo el pasado lunes, cuando República Dominicana cayó ante Venezuela en un choque de básket.
El encuentro parecía perdido en los los primeros periodos, pero luego, la pizarra se puso apenas a un punto de diferencia.
Ahí comenzaron a subir los ánimos, en la creencia de que ante ese empuje, la selección dominicana se alzaría con la victoria.
Es cierto que tuvieron oportunidades de triunfar, pero fallos elementales, y mucha osadía del contrario, impidieron ese objetivo.
Una situación lamentable que los fanáticos y los propios jugadores deben asimilar en todas sus partes, porque nadie quiere perder.
En todo esto, llama la atención el disgusto mostrado por Víctor Liz, de que los fanáticos dominicanos no valoraron el esfuerzo de los jugadores, y se destapó con que los fanáticos dominicanos son unos “desagradecidos”, por las ácidas críticas producidas por el “pobre” desempeño de la selección en su conjunto.