La pregunta que todo niño hace al ir por carreteras, es la misma que nos hacemos quienes observamos con pasmo y preocupación la incesante involución de Haití. Lo que menos requiere ese territorio es más palabras huecas.

Lo pensé al ver la visita de la comandante militar regional estadounidense al presidente Abinader.

Nosotros y Haití, somos ambos incomprendidos y maltratados por Estados Unidos porque más vale defender voticos en Florida que imponer la sanidad moral.

Cada día siguen las señales de la disolución de la civilización en el territorio vecino. Quizás lo más triste del estado del mundo, con tantas tensiones geopolíticas y económicas, es que se debe más al fracaso político gringo, con su extrema polarización partidista y falsa moralidad, que al éxito de sus adversarios antidemocráticos.

No es sólo cómo China y Rusia le sacan la lengua al tío Sam, sino que su liderazgo mundial es rehén de sus rencillas internas. Ojalá que la liberación de Haití del dominio de delincuentes y criminales esté cerca…