Nadie puede dar lo que no tiene. Esa máxima parece confirmarse una y otra vez en el país, cada vez, y son muchas, que ocurren fenómenos atmosféricos o de otra índole, que conllevan la adopción de comportamientos prudenciales.
Nunca, como ahora, las autoridades de los organismos de prevención de daños, dedicados a la protección de la ciudadanía, han sido tan minuciosas, y orientadoras en torno a las medidas que deben ser adoptadas en cada situación de peligro, sea cual haya sido.
El caso más reciente, el de la tormenta tropical Franklin, no deja lugar a dudas, respecto a la necesidad de que dominicanos y dominicanas hagamos un alto en el camino y en un proceso responsable de introspección, de crítica y autocrítica, tengamos que preguntarnos: ¿Qué es lo que nosotros queremos?…
Con el anuncio sobre el paso de la tormenta tropical Franklin, hubo grupos que intentaron desconocer y cuestionar las rápidas informaciones y acciones provenientes del Gobierno para que, si el fenómeno se producía en la dimensión pronosticada, fuera lo menos dañino posible.
Esta tormenta fue estimada desde el principio por las instancias especializadas, nacionales e internacionales, como fuerte, temible y de mucho cuidado.
El Centro Nacional de Huracanes (NHC), que es la división del Servicio Nacional de Meteorología de los Estados Unidos, había pronosticado que habría fuertes lluvias para República Dominicana y preveía que las más altas alcanzarían hasta las 16 pulgadas.
Pero, eso ni nada fue obstáculo para que unos cuantos pusieran a circular versiones absurdas e irresponsables, en el sentido de que el Gobierno pretendía “minimizar” el impacto de acciones políticas del litoral opositor; que buscaba agenciar ganancias para los supermercados, porque, supuestamente, estaban registrando bajas ventas, etcétera, etcétera, etcétera. ¡Cuántas creatividades!
Ni siquiera recordaron que el pronóstico para la temporada ciclónica de este año 2023, que va del primero de junio al 30 de noviembre, incluye la proyección de 14 a 21 tormentas con nombres, entre ellas Franklin; y de 6 a 11 huracanes.
Felizmente, y para hacer honor al convencimiento de muchos de que “Dios nació en este terruño”, las lluvias fueron profusas, pero esporádicas, en la mayoría de las localidades, lo que impidió que las inundaciones se produjeran en grandes proporciones en distintos puntos del país.
Sin embargo, hubo imprudencias a granel; desobediencias en mayor proporción que las lluvias; provocaciones e indiferencias frente al compromiso cívico que todo ciudadano se debe a sí mismo, a la familia y a la sociedad, en general.
El resultado preliminar refleja que las autoridades hicieron lo correcto al adoptar previsiones que incluyeron la suspensión laboral y la de actividades deportivas, entre otras, que podían poner en peligro vidas humanas, en horas en las que se apreciaba la llegada del fenómeno.
El centro de la tormenta tropical Franklin se desplazó en territorio dominicano a 20 kilómetros por hora, con vientos de 65 kilómetros por hora y, claro, causó daños, pero fueron mitigados por las previsiones.
Lo peor de todo es el comportamiento exhibido por algunos grupos; la falta de civismo y de compromiso con el entorno, que queda al descubierto cuando caen aguaceros y vemos que corre más basura que agua, por calles, aceras y contenes; y la resistencia de otros para cumplir las disposiciones.
Ahora, creo saber, por qué el siempre sonriente mayor general retirado y abogado, Juan Manuel Méndez García, director del Centro de Operaciones de Emergencias (COE) y director de Emergencias Médicas, en esta oportunidad, pocas veces se mostró como es.
Se le vio molesto, irritado, preocupado… Es que, con tanta falta de compromiso ciudadano, cualquiera “se quilla”.