Hace tiempo que la prensa o las autoridades debieron meterle el pico al asunto de personas, entre ellas muchos políticos, que se atribuyen estudios universitarios que nunca han realizado o que poseen títulos académicos inmerecidos por plagio de tesis, alteración de registro de calificaciones o haber comprado su diploma, como el recordado caso de CETEC en la década de los 70.
Conozco el caso de una señora encargada del Consejo Nacional de Educación Superior (CONES), actualmente Ministerio de Educación Superior, a quien con apenas horas de designada por el presidente Balaguer, trataron de sobornar llevando un Mercedes Benz de “regalo” para que firmara unos documentos que acreditarían como doctores en medicina a unos malandros.
Cada cierto tiempo surge algún nuevo escándalo que se queda en lo puntual o anecdótico, pero si realmente queremos combatir la corrupción no se trata sólo de asuntos dinerarios o robos al erario. La honestidad no se trata sólo de invocaciones morales o éticas.
Queda devaluada y desprestigiada cuando se permiten tantos evidentes fraudes académicos sin ninguna consecuencia legal ni social.