Existimos. Es una evidencia de partida. Todo lo que podemos decir, pensar, sentir, experimentar, dudar, creer…es posible porque existimos. La expresión de Descartes “pienso, luego, existo”, señala que debido a la existencia es posible pensar. Pero pudimos no haber existido. Somos una posibilidad que ocurrió entre otras millones de posibilidades que no ocurrieron, para que existamos cada uno de los que hoy existimos, en cada caso, debieron cancelarse de manera definitiva otros muchos posibles existentes. No tenemos ningún merito en haber logrado existir, ya que la posibilidad de lograrlo fue previa a nuestra existencia, y nuestros padres no intervinieron más allá de se diera la posibilidad de que un espermatozoide alcanzara un óvulo. Pero no tal o cual espermatozoide, ni tal o cual ovulo. Quizás esto que digo en poco tiempo sea arcaico con los avances de la investigación científica y la tecnología, pero por en este momento y todo el pasado, los que existimos somos productos del azar de ese encuentro entre un espermatozoide, que llegó primero, y un óvulo.
Somos una persona, la ciencia lo confirma, a partir de ese encuentro entre un óvulo y un espermatozoide, todo lo anterior carece de identidad como ser humano. Fue un proceso que a la vida le tomó miles de millones de años ir perfeccionando en este tercer planeta girando alrededor del sol. Y no se detiene en nosotros, la evolución seguirá y seguro en millones de años, o menos, no existirán humanos. Otras especies, espero que más inteligentes que nosotros, sea que evolucionen de nosotros o de otras formas de vida, ocuparán el rol dominante en este planeta o en otros lugares en donde la vida humana implante las formas de vida terrestres. Como especie existimos desde hace poco tiempo, en cuanto sapiens-sapiens no llevamos más de 300 mil años. Somos novatos en esto de existir. En cuanto pertenecientes a los homínidos tenemos poco menos de 10 millones de años. Pero estamos emparentados esencialmente, los estudios del ADN lo confirman, con todas las formas de vida que existen y existieron en este planeta.
Hace unos 10 mil años aprendimos a domesticar plantas y animales, antes de eso ya nos comunicábamos con sonidos, cuidábamos de los restos de nuestros muertos de manera ritual y hacíamos cestería, previo a eso sabíamos generar fuego y conservarlo, y construíamos herramientas. Vivir en sociedad, tal como hoy lo conocemos, fue un experiencia del neolítico, pero la mayor parte de nuestra historia la pasamos en bandas familiares de no más de dos decenas de miembros. Con la vida social amplia se generaron formas de explotación de unos seres humanos sobre otros y eso condujo a la formación del Estado.
Si el existir individual tiene ese origen tan fortuito, su final es igual de impredecible, pero algo es seguro, moriremos. La muerte nos espera en algún momento. La lucidez del existir y la compresión de que surgimos de la nada y retornamos a la nada, nos ha llevado como especie a reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia y a formular muchas explicaciones religiosas, casi una por cada cultura. En torno a las religiones uno de los problemas que se intenta resolver es el destino de cada existente particular allende la muerte. Resulta angustiante imaginar que dejemos de existir como conciencia al morir, pero la evidencia biológica muestra que nuestro cuerpo se descompone hasta ser polvo. Casi todo lo que hacemos como humanos -lo que llamamos cultura- gira en torno a ese problema.
A pesar de que junto con la vida en sociedad se establecieron desigualdades para legitimar la explotación de unos sobre otros, es indudable que entendiendo el surgimiento del existir de la manera expuesta, nos reconocemos iguales en la existencia. Nadie es mejor que otro por el color de su piel, su origen familiar o su género, todos surgimos de manera azarosa en ese trance entre un espermatozoide y un óvulo. Las desigualdades son artilugios ideológicos para justificar mecanismos de poder. Las ciencias naturales, por tanto, son un buen mecanismo para elaborar una crítica social y evaluar muchas de nuestras creencias.