Francisco Franco ordenó la construcción del cementerio El Valle de los Caídos, ubicado en el paraje de Cuelgamuros, cerca del municipio de San Lorenzo de El Escorial, al noroeste de Madrid, el 1.° de abril de 1940. Los cementerios en Europa son apreciados como monumentos, y, en efecto, este cementerio empezó a construirse en razón de la celebración del primer año del alzamiento como jefe militar. Lo construyeron alrededor de 20,000 presos, que es como usualmente lo deciden los dictadores.
La obra fue una muestra de orgullo del general Franco, y por él desfilaron muchos dignatarios, incluyendo el sátrapa dominicano Rafael Leónidas Trujillo, que fue testigo de aquello en junio de 1954. A los dictadores les resulta natural levantar monumentos con el sistema de redención de penas. Cuentan, que en Mencía, un pueblito perdido entre Pedernales y Haití, unos reos terminaban una carretera en medio del sopor, y al enterarse de la muerte de Trujillo ellos mismos se liberaron y se quedaron a vivir en el lugar.
Entre 1959 y 1983 se trasladaron más de 33,000 soldados españoles a ese nuevo cementerio, todos víctimas de la Guerra Civil española, convirtiéndolo en unas de las mayores fosas comunes de España. A la muerte de Franco, un 20 de noviembre, sus restos fueron enterrados allí, como una forma de continuar simbólicamente el régimen, diferenciando a los soldados caídos entre vencedores y vencidos.
La exhumación y reinhumación de los restos del general Francisco Franco se ha convertido en una batalla política en la presente vorágine política de España, pues unos lo ven como una exaltación al dictador y otros como una humillación de las víctimas de la guerra civil. Porque El Valle de los Caídos, más que el lugar de los que lucharon por la república, es el “gran símbolo de la dictadura de Franco”. Además de que el tiempo político que se vive en España es casi parecido a iniciar una guerra por la tendencia separatista que está latente.
¿Qué provecho tiene la tumba de Franco? Si se exhuma una antigua figura de la política, el valor está en entender las democracias del presente. A la muerte del presidente Chávez se negaron a su proceso de embalsamiento, eso porque con ello se iba a determinar su verdadera causa de muerte. En 2013, al exhumar los restos de Francisco Caamaño, descubrieron que los mismos no correspondían con la figura constitucionalista de la revolución del 65, sea cierto o haya sido obliterado por el gobierno para impedir que el líder revolucionario de Playa Caracoles llegue al Panteón Nacional, según la Ley 4-13.
Pero la exhumación de Franco, Chávez o Caamaño no solo es de ellos. Fueron y continúan siendo, miles los que murieron arrastrados por la violencia política, a quienes no les damos el trato justo por su lucha desinteresada por la patria.
Ahora solo queda esperar a que los nuevos escritores conviertan en literatura este hito de la historia, al estilo de M. Sholojov en “Lucharon por la patria” (1965), una epopeya vivida por el pueblo ruso y una historia de heroísmo que sabe qué gobernantes hay que valorar.