Dicen que desde que se inventaron las excusas nadie queda mal. Pero como todas las cosas, de tanto usarlas, algunas excusas pierden credibilidad y pasan de moda.
Una de las más recurridas es la de echar la culpa a los tapones cuando uno llega tarde a una cita. “Me disculpan, pero se dañó un carro en medio del elevado y no era posible echar ni para adelante ni para atrás”.
Otro recurso muy gastado es llegar a la sala donde ya han llegado los demás y decir, con una sonrisa estereotipada: “Estaba en el dentista y ya ustedes saben lo impuntuales que son… mi turno se retrasó cuarenta minutos”.
Ya es hora de actualizar los pretextos y el mejor ejemplo lo acaba de dar, a la faz del mundo, el vicepresidente Biden, de los Estados Unidos, con su cuentazo de que “pospuso” su entrevista con Danilo Medina porque la situación de Ucrania requería su presencia en Washington. ¡Eso se llama creatividad, inteligencia, brillantez!
Estoy esperando que alguien me invite a almorzar o a participar en una reunión cualquiera, para llegar tarde deliberadamente, y decirles a todos los presentes: “Señores, presento mis disculpas por llegar tarde, pero estaba preocupado por la crisis de Ucrania y se me pasó el tiempo buscándole solución”.
Si le creen al gringo, ¿por qué no van a creer en mí?