Se dice que uno esta exacerbado cuando está muy irritado o cuando algo causa un gran enfado. Por ello se puede interpretar que la sociedad dominicana en estos tiempos esta exacerbada por la delincuencia desenfrenada, la cual no encuentra entre las autoridades formas de control ni consecuencias.

¿Cómo no sentirse petrificado frente a crímenes tan horrorosos como el de Delcey Yapor o Daniel Castillo?

Una sociedad que ha cambiado su amabilidad característica y servicial por el temor de convertirse en víctima si auxilia al prójimo. Una sociedad en la que no se puede salir libremente, no importa si es día o de noche, si es por un bulevar, autopista, calle de vecindario o camino en un campo.

Y esta inseguridad, que de percepción no tiene nada y de realidad todo, está no tan solo preocupando a los que vivimos en este país, sino que ya comienza lentamente cual serpiente incansable, a traspasar fronteras, tanto por sus repercusiones en las redes y medios de información como por relatos de víctimas que trabajan o que están asociados a intereses vinculados a la inversión extranjera.

Muchos retos del país, como su propia estabilidad macroeconómica, flujos de divisas, comercio internacional y políticas de desarrollo, comienzan a sentir el impacto del crimen descontrolado, aun cuando muchos, incluyendo a este escribidor que ha sido víctima de asaltos armados en dos ocasiones, quisiéramos negarlo.

El tema de la impunidad que lo Verde ha puesto sobre la palestra, encuentra muchos de sus motivantes en el presente ambiente de inseguridad ciudadana, que permite exacerbar los males que nos rodean.

Esta situación no tan solo tiene ribetes sociales, sino que ya incide en el clima económico y de negocios de nuestro país, donde no tan solo tiene que prevalecer la seguridad jurídica y económica, sino también la seguridad ciudadana.