Federico Alberto Cuello Camilo
Jorgelín y Raddelyn Ortiz lo tenían todo en contra. Nacieron en un barrio pobre de Jarabacoa y hoy son exitosos programadores en canales y editoriales estadounidenses.
Edwin Peñaló lo tenía casi todo desde la cuna. Nació en Villa Olga y hoy vive cómodamente como programador en Canadá.
Lo que les faltaba no lo encontraron en nuestros bachilleratos y universidades sino en IntelliSys, empresa dominicana de programación que imparte informática como segundo idioma a través del Instituto Cincinnatus en el Salesiano de Jarabacoa.
Nada más pasar el examen de admisión, Edwin, Raddelyn y Jorgelín tenían garantizada su formación y su “primer empleo en tech”, desarrollando el programa de inteligencia artificial que permitió al FBI detectar fraudes contables ocultos en millones de páginas de reportes financieros.
Formar a sus empleados permitió a IntelliSys triunfar como empresa en el competitivo mundo de la programación, sirviendo a una selecta clientela internacional desde sus oficinas de Santiago de los Caballeros.
Recibí a sus directivos, Chris Corcino y Dalisa Heredia, cuando pasaron por Londres luego de ser reconocidos por la UNESCO en París por el modelo educativo de IntelliSys, y de participar como conferencistas en el foro anual sobre habilidades digitales junto a otros expertos internacionales. Conocerlos despejó mis dudas sobre la existencia de empresarios dominicanos embarcados en la 4ta revolución industrial.
Ni la pandemia ni la depresión mundial han impedido a IntelliSys seguir creciendo. Para programar sólo basta tener computadora, no importa dónde esté. Muchos de sus clientes pudieron con su ayuda digitalizar totalmente sus operaciones para vender a domicilio y recibir pagos en línea.
IntelliSys aporta medios educativos innovadores que lleguen a todos los alumnos, tengan o no acceso a las redes, asegurando la formación remota sin discriminación en momentos de distanciamiento social.
Y para mejor contener la pandemia, colabora pro-bono en la digitalización progresiva de las estadísticas diarias de salud y en el rastreo de contactos con personas contagiadas usando el app Covid-19 para iOS y Android.
Pese a lo dispuesto en nuestra Constitución y lo prometido en sucesivos programas de gobierno, la igualdad de oportunidades dista mucho de ser una realidad. Excepto claro para los empleados de IntelliSys, gracias a su currículum innovador de informática y matemáticas abierto a los que tengan el talento requerido, vengan de Jarabacoa o de Villa Olga.
Ojalá nuestros bachilleratos y universidades replicaran a nivel nacional ese modelo educativo, para salir algún día del último lugar en la clasificación PISA de calidad educativa (https://factsmaps.com/pisa-2018-worldwide-ranking-average-score-of-mathematics-science-reading/), sin lo cual jamás podremos erradicar la pobreza y ser un país de clase media. Con ciudadanos capaces de participar de manera informada en los procesos políticos y superar de una vez por todas el clientelismo.
Necesitamos así de muchos como Edwin, Raddelyn y Jorgelín. No para denostarlos como popis de Villa Olga o wawawás de Jarabacoa, sino para que su creatividad nos haga resilientes como sociedad en un mundo cambiante. Uno en el que las empresas, los gobiernos y los partidos no tienen más opción que evolucionar o sucumbir.