Ya se sabe cómo fue que la serpiente convenció a Eva para que se comiera la manzana, en franca desobediencia a las reglas del Paraíso.
Estudios arqueológicos que acaban de ser dados a conocer revelan que, al principio, Eva no quería comer la manzana.
-Cómela –le decía la culebra-, y serás como los ángeles.
-No –respondía Eva.
-Conocerás toda la Ciencia del Bien y del Mal –insistía el Tentador.
-No.-Serás inmortal.
-No.-Te asemejarás en todo a Dios.
Desesperaba ya la serpiente, cuando se le ocurrió un último expediente. Dijo a la mujer, ofreciéndole de nuevo la manzana:
-Anda, cómela, ¡no engorda!
Y el resto de la historia ya lo conocemos todos.