A propósito de recientes trinos y truenos, recordé que Santana dijo a la reina Isabel II, para resaltar las bondades de Santo Domingo antes de pactar la anexión, que este país estaba bendecido por la falta de abogados y periodistas.
Era mentira. Sánchez y Bobadilla eran abogados y había valiosos, aunque escasos, periodistas, más que industriales o empresarios. Hoy preocupa la sobreabundancia de ambas especies de la fauna criolla. ¿Hay demasiados periodistas y abogados? ¿Poseen suficiente calidad profesional e idoneidad moral?
En sus respectivos colegios hay instancias llamadas al control deontológico, pero raras veces justifican su existencia. Quizás deberíamos preguntarnos por qué tanta gente sin vocación afana por titularse, pues merecer llamarse abogado o periodista resulta del ejercicio y no del título.
Similarmente, el empresariado ofrece muestras de algunos –malos estudiantes desde chiquitos— quienes despotrican contra funcionarios y periodistas, pero se pelan por ser ellos mismos parte del gabinete o barruntar en la prensa, ora oráculos ora titiriteros. Tantos lisios éticos entre empresarios, políticos, abogados y periodistas dan para largas meditaciones…