Las redes sociales han logrado en beneficio del debate en sociedades democráticas algo que anteriormente tomaba más tiempo y esfuerzo: detectar de forma inequívoca la estupidez de gente que de otra forma pasaría quizás desapercibida o sería menos penosa.
Estúpida es una persona necia (terco o porfiado, ignorante al expresarse) y falto de inteligencia (habilidad, destreza y experiencia que resultan de la capacidad de entender o comprender). Entre las redes, ninguna como Twitter para lo que comento.
Por ejemplo, ayer alguien en defensa de un cliente (o sea escribiendo por paga) se ingirió zafiamente en una conversación sobre la multa más alta impuesta por la Superintendencia de Valores, diciendo: “arrancó el ‘francotirador’ (malo por demás) que ha vivido siempre del Estado”.
Respondí: “Jamás he vivido del Estado, ni buscado cargos, ni instalado subestaciones, ni sufrido multas de RD$5 millones, ni quebrado EDEs, ni descontado facturas, ni borrado RD$158 millones de deudas, ni dañado plantas, ni insultado ni difamado”.
Descalificar, amenazar, insultar, injuriar, difamar, no son honorables ni respuesta a argumentos. ¡Cuánta penosa estupidez!