«Mi problema es que me declararon muerta».
Por increíble que parezca, esto le pasó a una mujer de 58 años en Francia.
Como resultado, tanto su cédula de identidad como su permiso de conducir dejaron de ser válidos, su número de seguro social también fue cancelado y ya ni siquiera tiene seguro médico.
«Estoy muerta. Estoy muerta para los tribunales, para las agencias gubernamentales, estoy muerta para todo el mundo».
«Tengo la sensación de estar en una espiral infernal», aseguró ante la cámara de un canal de televisión local.
«Ya no salgo porque no sé qué podría pasar si me arrestan, si se me presenta un problema. Si necesito ir a la tienda, voy bajando la cabeza, voy cuando ya casi están cerrando o hago todo muy rápido, para comprar un par de cosas solamente».
«Mi marido hace las compras. No me atrevo a conducir, como solía hacerlo. Me despierto por la mañana y no puedo esperar a que termine el día».
No es un problema reciente: hace tres años que Jeanne está oficialmente muerta.
¿Viva o muerta?
Como ya se podrán imaginar, descubrir que no estaba viva, al menos legalmente, fue un shock total.
«Descubrí que no estaba viva gracias a una sentencia del Tribunal de Apelación de Lyon», explica Jeanne.
«Los alguaciles del tribunal vinieron y me hablaron sobre la ‘difunta’ Jeanne Pouchain«.
Los empleados tenían dos cartas, una para su esposo y otra para su hijo.
«Mientras leía estos documentos, me di cuenta de que, de hecho, estaba muerta».
El veredicto del tribunal
Al parecer, los problemas para Jeanne empezaron cuando una exempleada la demandó.
Ella dirigía una empresa de limpieza y la extrabajadora quería una compensación por haber perdido su trabajo casi 20 años atrás.
Por varios años, el caso fue de un lado a otro en el sistema jurídico francés, hasta que un tribunal de Lyon dictaminó en 2017 que los daños tendrían que ser pagados, pero que la gerente de la empresa había fallecido.
Jeanne asegura que nunca recibió una citación para asistir a la audiencia, por lo que no pudo impugnar la decisión ni su nueva condición de persona fallecida.
Como resultado, quedó muerta legalmente y además a su esposo e hijo les dijeron que tendrían que pagarle US$17.000 a la exempleada como compensación.
Los efectos del veredicto causaron más que daños financieros.
«Todo es como un campo de batalla», señala.
«Dejé de salir, me quedaba en casa siempre que podía».
«Cuando alguien toca el timbre, me escondo porque tengo miedo. No sé qué otras malas noticias pueden venir».
Solo se vive dos veces
Más de tres años han pasado y Jeanne todavía está tratando de persuadir al sistema francés de que la resucite legalmente.
«Quiero que el Estado me devuelva mi identidad. Me la quitaron. Quiero recuperar mi vida, recuperar a mi familia, a mi esposo, a mi hijo, mi círculo social».
La semana pasada, un tribunal celebró una audiencia pública en la que su abogado presentó una denuncia contra el poder judicial francés por mantener registros falsos.
El equipo legal de Jeanne tiene que demostrar la invalidez del documento judicial que dice que está muerta para anular el veredicto anterior que la describe como fallecida.
«Lo más importante es demostrar que estoy viva, demostrar que existo«, prosigue.
El litigio
Nadie logra ponerse de acuerdo sobre cómo se llegó a esta situación exactamente.
El abogado de Jeanne, Sylvain Cormier, le dijo a la agencia AFP que la exempleada indicó que Jeanne estaba muerta, sin ofrecer ninguna prueba, y «todos le creyeron».
«Nadie lo comprobó», insistió.
La exempleada no se ha pronunciado sobre el asunto públicamente, ni siquiera ha sido identificada, pero su abogado acusa a Jeanne de estar involucrada en su propia muerte.
Alega que se hizo la muerta para tratar de evitar un litigio y para no responder a las cartas judiciales.
Ambas partes disputan la versión de los hechos que ofrece la otra.
Sea quien sea el culpable, una cosa parece estar clara: Jeanne no está muerta.
En los últimos días, la francesa ha recibido noticias positivas: una agencia gubernamental le informó que ya no la registraba como muerta, pero tampoco estaba clasificada como viva.
«Estoy en proceso», concluye Jeanne.