Ya que no somos capaces de establecer un control efectivo para garantizar que la inmigración haitiana sea organizada y sin desmedro de nuestra soberanía, me inclino a favor de la construcción de un muro divisorio a lo largo de la frontera.
Debe ser un muro de punta a punta, con contadas puertas de acceso bien controladas por un personal adiestrado y escogido entre soldados insobornables, de conducta intachable (espero que los haya entre los 65,000 soldados que integran nuestras fuerzas armadas).
Aspiro a que lo que no pueda hacer una vocación de mando lo haga una formidable muralla de cemento y varillas.
Que no se diga que ese muro sale muy caro, porque más cara todavía sale la corrupción, y esa parece no dolerle a nadie. Y que tampoco se aleguen razones de humanidad ni de racismo, pues no sería el nuestro el único muro levantado para preservar la identidad nacional.
En el inefable Google encontré la información de que “en el mundo hay 65 muros transfronterizos levantados o en vías de construcción frente a los 16 que había cuando el de Berlín cayó en 1989”.
Entre los más recientes y los más importantes se encuentran los de Hungría, Sahara Occidental, Arabia Saudí-Irak, Israel, Estados Unidos-México, Grecia-Turquía, Irlanda del Norte, España-Marruecos, India-Bangladés, Chipre…
Hagamos nuestro muro. No debemos ser más papistas que Francisco…