Esto no es un diario

En pocos días cumpliré tres meses sin mi hermano. Murió después de ser agredido y retenido por su agresor mientras se desangraba. Todo ante los ojos de miembros de la Policía Nacional.

Uno sacrificado. Dos huérfanos. Muchos responsables.

Cuando estas desgracias salen en los diarios, se leen con cierta distancia. Ébola. Violaciones. Asesinatos. Escasez. 4%. Feminicidios. Poesía.

Chikungunya. Whatever. Todo deja de tener la importancia que solía cuando estás en medio de esa noticia que te cambiará la vida.

En los últimos años he experimentado el dolor hasta creer que no hay nada más. Y luego hay algo más. Un estado de sorpresa que se renueva cada mañana. Días sin dormir. Dolor negado a salir del cuerpo.

Sufrir ofrece una vista única. De la sociedad. De la importancia de las relaciones significativas.

De los roles que juegan los demás en la vida de una. Lo que necesariamente sugiere cuestionar el rol que una ha tenido en la vida de los demás.

En el sentido extremo de la ironía diré que sufrir ´tiene su gracia´. Porque sufrir también puede llevarnos a convertirnos en personas con más herramientas para la vida y en seres humanos más sanos para los demás.

Najib se jugó la vida muchas veces. Incluso buceando a medianoche en alta mar. Y vino a morir un domingo por la tarde, luego de ver interrumpido su almuerzo familiar para prestar ayuda a una vecina.

Asesinado en las entrañas de un hogar “amigo”. Donde más seguro pensamos que iba a estar.

Curiosamente mi novela infantil “Un adiós para mamá” gira en torno al proceso de duelo de una familia que decide vivir en un país distinto, donde las personas que cargan con dolores del pasado se reúnen en un parque para ofrecerse los abrazos que les hicieron falta a lo largo de sus vidas.

Aunque esto no es un diario personal ni un catálogo de ventas, me gustaría pensar que otras personas podrían leer mi testimonio. A ellas las invito a no postergar nunca más un abrazo, cuidando siempre de que vaya nutrido de afecto y sinceridad.