Estar ahí

Es normal que nuestra situación personal marque el rasero a través del cual analizamos y entendemos el mundo. Lógico.
Eso marca nuestra individualidad. Sin entrar en analizar que somos fruto de muchas cosas externas a nosotros, sí quisiera hablar de por qué juzgamos a los demás en base a lo que nosotros somos, no a lo que ellos son o necesitan.
Ya he comentado muchas veces la importancia de la empatía. Es básico para ser capaces de salir de tu cajón y meterte en otro. Pero hoy quiero ahondar más en cómo se logra y para mí hay un componente primordial: dejar hablar. Y miren que ni siquiera hablo de escuchar, sino de dejar que el otro se exprese, transmita cómo se siente, qué quiere, qué le pasa.
Cada día más veo consejeros todólogos, personas con la clave para la felicidad universal, a todos los niveles, pero me falta encontrar esas personas que están ahí, que permiten a los otros ser para encontrarse, estar presentes sin juzgar, imponer o marcar el camino.
Y ahí es a dónde quiero llegar. Cuando vean que alguien necesita su ayuda, quizá no es un salvador que busquen o alguien que les diga lo que deben hacer, quizá es alguien que los escuche, los mime, les deje hablar para poder desahogarse y ver con más claridad el camino.
No podemos desligarnos de lo que somos cuando expresamos esos “consejos” y quizá, solo quizá lo que uno cree que es lo mejor para otros, no lo es. Por lo tanto, presente, siempre; escuchar, innegociable; acompañar, la mejor opción; empoderar, muy importante y ayudar sin controlar, un gran paso.
Todos necesitamos en algún momento esa mano que coja la nuestra y avance con nosotros. Sin reproches, soluciones mágicas ni consejos imposibles, solo alguien que esté ahí.