A cuántos les hace ruido ese viejo refrán que reza “el corazón de la auyama sólo lo conoce el cuchillo”. ¿Les es familiar? Si lo conocen y le han puesto un poco de atención, tal vez les ha ayudado a ir por la vida sin juzgar a los demás y sin asumir realidades que no se conocen, ejercitándonos en el deporte de “ponernos en los zapatos del otro”.
En estos tiempos de dificultad e incertidumbre es importante entender que no estamos blindados ante el desaliento, las preocupaciones, las pérdidas y el dolor. Todos y cada uno de nosotros somos susceptibles, aunque no lo gritemos a los cuatro vientos. Por esto y miles de razones más, seamos empáticos y solidarios con las personas que nos rodean.
Nos sorprenderíamos con la cantidad de personas que valoran ese “buenos días” o esa sonrisa y el “que tengas un feliz día”. Esas pequeñas cosas que se hacen grandes.
Realmente no somos islas, a pesar de actuar como tales. Necesitamos de los demás y la pandemia de la Covid-19 lo ha confirmado.
Perdí la cuenta de las veces que leí en las redes sociales el “volveremos a juntarnos”, ese “pronto volveremos a tomar café” o “a levantar las copas para brindar” y el “volveremos a celebrar”. Es más, desde marzo, nos las hemos ingeniado para estar cerca en los cumpleaños y en los diferentes tipos de celebraciones.
Y es que necesitamos de los demás y los demás nos necesitan también porque “no estamos blindados” ni somos islas. Nos necesitamos. Y nos necesitamos para salir adelante, para no darnos por vencidos, para dar y recibir apoyo, aún en la distancia, porque juntos podemos superar cualquier dificultad. No es cliché. Es una gran realidad.
A partir de hoy vamos a reconocer que no estamos blindados, a no juzgar y a ser solidarios.