Estado y política: lecciones aprendidas

Estado y política: lecciones aprendidas

Estado y política: lecciones aprendidas

Roberto Marcallé Abreu

No ha dejado de llover desde que llegamos al Aeropuerto Las Américas en República Dominicana. Ahora estoy en uno de los estudios de paredes cubiertas de cedro y grandes estantes repletos de libros, que nuevamente debo revisar en el apartamento en el que vivo desde hace varios años.

Quiero sentirme con vencido de que voy a disponer del tiempo suficiente para decidir lo que debo colocar en mi agenda de lecturas y relecturas.

Para alguien que vive enamorado de los libros, es una tarea amable. Cae la lluvia cuya presencia es siempre una bendición. Resulta un milagro apreciarla mientras conmueve el follaje de los arbustos multicolores, y que la acogen como si fuera la caricia de una amante.

Percibo que este reencuentro con uno mismo, con las cosas propias, es una manera de ir recuperando la paz perdida en los ajetreos de una cotidianidad siempre compleja.

Puede que uno sienta que lo estremece la nostalgia de esos tantos amigos, amigas, compañeros, compañeras -Cersi, Karla, doña Ángela, Isabel, Engel, William, Andrés, José Rodolfo, los oficiales que nos cuidaban, Ruth, Junior, Osvaldo, los tantos vecinos de la urbanización en que vivíamos.

Es un regalo invaluable sentir la cercanía de esa clase de personas, su amistad, su belleza espiritual.
La lluvia y la brisa que agita las cortinas elaboran una música sutil cuando se desplazan entre los árboles de la avenida, las aceras, las calles de oscuro asfalto, las casas y edificios que se aprecian desde los ventanales.
Los años, semanas y meses que vivimos en Nicaragua, fueron un aprendizaje y una fabulosa ganancia. Conocimos muchas personas de indudable calidad humana.

El país y su gente nos mostraban a cada paso lo mejor de sí, un espejo para mirarnos si aspiramos a mejorar nuestras propias maneras en el quehacer público y personal.

Hablamos de un concepto sobre la amistad, la solidaridad, la honestidad, el respeto indeclinable por la naturaleza, la convicción de que la flora y la fauna son sagrados, una riqueza que es preciso proteger de manera indeclinable. La custodia rigurosa de las fronteras para quitarle opciones a la delincuencia, la depredación o la penetración de gente indeseable.

Aprendí lo esencial que resulta que los miembros de los organismos castrenses participen de manera activa -yo diría que patriótica- en las actividades productivas en la zona agrícola. Su presencia debe ser de vigilancia y cumplimiento de la ley, impedir que la delincuencia las perturbe.

Es preciso que en todas las actividades del Estado exista un factor de compromiso patriótico. Escoger personas debido al color político es un riesgo y un peligro, como se ha demostrado de sobra en República Dominicana. Debe ser una aspiración de todos que la politiquería sea mantenida al margen de las labores del Estado.

Debe existir un rigor indeclinable en la supervisión del ejercicio de los funcionarios, pero principalmente cuando estos manejan fondos públicos sin que importen jerarquía, abolengo, influencias, ni prestancia social.
Es preciso promover y fomentar las artes, las letras, las buenas costumbres, la música propia y universal.

El funcionario público debe ser objeto de escrutinio permanente para impedir desviaciones. El ejercicio de las autoridades debe ser preventivo.

Es imprescindible mantener una cerrada vigilancia sobre aquellos sectores nacionales y extranjeros que puedan representar un riesgo para la seguridad del ciudadano y del Estado.