Durante los últimos 36 años, elestablishment estadounidense, apadrinado por los cinco gobiernos que se han sucedido desde 1980, no solo ha estado asumiendo de nuevo la doctrina del “laissez faire”, sino que ha estado viviendo, con todas sus consecuencias, las prácticas de desregulación y de permisividad que le son inherentes a esa teoría.
El regreso de semejante directriz a la vida económica norteamericana se creía impensable desde la ya lejana época en que Franklin Delano Roosevelt la derrotara mediante el fortalecimiento y/o la creación de controles financieros, bancarios, bursátiles, comerciales, arancelarios y fiscales que ayudaron efectivamente a superar los vestigios de la gran depresión que había abatido a USA desde finales de 1929.
La restauración de las desregulaciones y permisividades ha derivado en un visible libertinaje económico y financiero que aunque ha traído crisis a USA, ha propiciado, no obstante, groseros beneficios a las grandes corporaciones, al tiempo que desempleo y mermas sustanciales en la economía de la gente llana. Son muchas las crisis surgidas desde 1980.
Bastaría con citar la de 2008 referente a las llamadas “hipotecas basura”, crisis propiciada por el descontrol y por la inobservancia de las debidas normativas, y que sirviera para que el gobierno se desnudara y mostrara sus partes pudendas ayudando a recuperarse, no sin descaro, a las empresas inmobiliarias al tiempo que abandonaba a su suerte a millones de personas de clase media baja que perdieron sus viviendas.
Podrían referirse asimismo, como resultado del liberalismo, los últimos percances de las corporaciones automovilísticas, las cuales fueron salvadas de una supuesta crisis que sirvió más bien para recapitalizarlas.
Esos vaivenes de la vida económica son expresiones de la llamada globalización, que no es más que el nuevo nombre del capitalismo internacional. Dicen que “…para que todo siga igual algo tiene que cambiar”, y así, una buena parte del establishment estadounidense quiere cambiar.
Ya no quiere fronteras ni naciones ni Patria ni país ni reglas ni nada que no sea Permisividad para hacer cuánto se les ocurra a sus líderes, a sus políticos, a sus académicos y a sus propagandistas en provecho de la expansión de sus mercados y negocios. Su ideal actual es NEGOCIOS SIN REGLAS NI FRONTERAS. Y para cumplirlo ha contado con la simpatía de los gobiernos ya aludidos.
Sin embargo, acaba de juramentarse como el 45 Presidente de EE. UU. un hombre que, se dice, ha sido exitoso en los negocios, un empresario que, paradójicamente, proclama creer en su país y en proteger a su gente; una persona que, al parecer, no anda buscando ventajas para él ni para su clase, y que no cree en globalismos ni en sucedáneos parecidos.
Pero su ascenso ha puesto en jaque a las empresas más aventajadas del establishment, a las mejor avenidas con la globalización, aquellas que tenían, como quien dice, “derecho a insolencia”, y a las que se les complació casi siempre sin importar consecuencias ni daños contra su país.
Y, claro, ahora son peces revueltos que protestan porque le están cambiando el agua a la pecera.
A cada rato sale en alguna prensa la protesta de la Ford por una razón, o, a veces, por una sinrazón, pues también suele retractarse. Lo mismo hacen otras empresas parecidas.
En estos días, por ejemplo, salió en la prensa una cervecería mexicana, la Corona, acabando con Trump e invitando al mundo a unirse contra su gobierno.
Es claro que en todos los casos, de lo que se trata es de defender el añorado establishment cuyos intereses se escurren como agua entre los dedos. Se oponen a que EE. UU. ponga orden y ejerza de nuevo el derecho soberano a imponer sus leyes y reglas económicas, arancelarias y migratorias en sus dominios.
Si algún país debe entender a EE. UU en este trance, ese es RD que ha estado siendo vapuleado desde hace años por la doctrina globalizante que pretende radicar aquí, por encima de la Constitución y de las leyes, presionando para que asimilemos nacionalmente a cientos de miles de antípodas que no están preparados cultural ni mentalmente para aportarle nada a la patria de Duarte, pese al respeto y al cariño que históricamente nos hemos profesado.