En los últimos ocho años -dos períodos de gobierno- se perdió la oportunidad de hacer reformas económicas e institucionales que fortalecieran los cimientos productivos del país, redujeran el fenómeno de la corrupción pública y privada y fortalecieran las finanzas públicas por la vía de una mayor captación de impuestos sin incrementar tasas.
La protección de la popularidad del presidente, con un esquema continuista en su cabeza que al final resultó dinamitado, constituyó al parecer una agenda demasiado fuerte para asumir riesgos reformadores que implicaran costos políticos. De esa manera se sacrificó una base de bienestar futuro de todos los dominicanos por unas apetencias personales.
Como las desgracias nunca vienen solas, el destructivo COVID-19 asomó cuando estábamos más vulnerables, en medio de una costosa, altisonante, anodina e insulsa campaña política, que culminó con los planes de conservación del poder hechos añicos y la estela de entuertos de un Estado en rezago desde hace décadas.
La peor parte fue la incapacidad de aprovechar los tiempos de extensa estabilidad y crecimiento económico para hacer que este se derramara efectivamente sobre el conjunto social, intervenido con espejismos, promesas, acciones populistas y muchos negocios particulares bajo la sombrilla del poder.
El panorama irremediable ahora es la caída en picada de la economía, el declive de las recaudaciones, probablemente más profundo de lo esperado, ante el discurso laxo y amistoso desde el punto de vista impositivo, en un país con un nivel de evasión de 50%, que en verdad desmotiva el cumplimiento de los deberes formales.
El país está en emergencia real, pero esto no debería ser excusa en ninguna de las áreas del Gobierno para los apocamientos, la falta de carácter, de estrategia, la visión cortoplacista y la distracción en minucias y acontecimientos menores que no aportan a la causa de la recuperación.
La crítica coyuntura no es para ser gestionada por boy scouts ni para hacer experimentos a ver qué ocurre.Tomando en
cuenta el impacto del virus, las reformas pendientes deben ser acometidas con valentía y coraje, aunque se ejecuten a una menor velocidad, pero el día a día también requiere de tacto y coordinación para ir fortaleciendo los eslabones de una cadena gerencial eficiente, especialmente con la guía del equipo económico, que al menos una vez por mes debería reunirse bajo un liderazgo claro para hacer camino.