Esperanzas para 2018

Finalizando 2017 y viendo una juventud que requiere de manera urgente señales claras que le indique que bien podría tener un futuro en el cual desarrollar sus potencialidades, y encontrar posibilidades de trabajo con compensaciones adecuadas o espacios donde desarrollar sus iniciativas, debemos tomar un momento y ver qué requiere esa juventud para liberarse de ese sentimiento derrotista.

Lo primero es retomar el camino de la institucionalidad y alejarnos lo más posible del populismo conveniente que defiende ambiciones hasta el punto de retorcer nuestras leyes e inclusive mostrarnos a diario lo selectivo con que se administra justicia.

Perder la fe en las instituciones, sean estas políticas, gubernamentales o sociales, y ver que hay un doble estándar judicial, es el peor servicio que le podemos hacer al futuro del país.

A seguidas el liderazgo social, empresarial o político tiene que mostrarle al país que tiene un plan de nación a seguir, y que ese plan no sea la disfuncional Estrategia Nacional de Desarrollo u otro mamotreto de acuerdo entre las partes para un tema especifico.

El sentimiento de una sociedad que ha perdido el rumbo y deambula entre circunstancia y circunstancia, desalienta al más optimista de los seres.

La tercera prioridad se debate entre las costumbres y creencias de una sociedad amenazada con desnaturalizarse frente a la conveniente ceguera de quienes están llamados a protegerla.

Esto se combina con el descontrol absoluto de la delincuencia, donde la vida no vale más que el costo de una bala, las cuales son disparadas, llevándose a cualquiera, sin distinción de rango, raza, creencia religiosa, estatus económico o social.

Si como nación no unimos el respeto por las instituciones y sus marcos jurídicos; si seguimos un rumbo circunstancial de conveniencias del liderazgo político; si descuidamos la nacionalidad y no somos capaces de restaurar la seguridad ciudadana, será difícil no tan solo ver con esperanza el 2018, sino el futuro de nuestro país.