Leonardo Matos Berrido es un dichoso. Aunque haya que ponerlo entre comillas. Estuvo arriba y bien pegado durante la tiranía trujillista.
Fue presidente de la Guardia Universitaria Generalísimo Trujillo, una agresiva falange nazi, dedicada al caliesaje y el control de los estudiantes.
Después del sacrificio heróico de Constanza, Maimón y Estero Hondo, y con las cámaras de torturas del gobierno llena de jóvenes bien inspirados, el 5 de marzo de 1960 Matos Berrido convocó una asamblea en el Aula Magna, y hay que leer ahora los discursos histéricos de Matos Berrido y sus asociados, clamando por armas para salir a pelear por su padre amado, el generalísimo Trujillo, y acabar con los comunistas, incluyendo a los sacerdotes, que lo estaban combatiendo.
En 1961 cayó la tiranía, al dichoso de Matos Berrido nadie le pidió cuentas y poco tiempo después, en 1966, retornó al poder con el gobierno balaguerista de los doce años.
Frecuentemente vinculado a la violencia, se le señaló entonces como uno de los jefes de la Banda Colorá, del Partido Reformista.
El domingo 29 de abril de 1974, esa banda, capitaneada por Matos Berrido, que era Administrador General de la estatal Seguros San Rafael, junto a otros dirigentes reformistas, tal como lo reseñó la prensa, invadió una concentración del Acuerdo de Santiago encabezada por Peña Gómez en la capital, mató al joven perredeísta Manuel Antonio Figuereo y más de veinte quedaron heridos.
En agosto siguiente, esa banda salió a romper las puertas de los comercios que se habían sumado a la Jornada del Silencio. Luego, en 1982, Matos Berrido se vio procesado por la muerte violenta de su esposa y madre de sus hijos, y es tal la dicha que lo sigue, que pese a aquella trágica experiencia los sucesivos gobiernos lo premiaron con cargos tan elevados como embajador en varios países; con la designación de juez de la Junta Central Electoral; con la gerencia general del Banco Nacional de la Vivienda y la pensión cuantiosa con que salió de allí, para ocupar la presidencia de la Liga Dominicana de Beisbol, durante veintiseis años.
Con ese historial recibió el beneplácito de embajador por el mismísimo Vaticano y ahora los directivos de la Lidom pretendieron honrarlo designando el campeonato con el nombre de Matos Berrido. Por suerte, la conciencia crítica de la sociedad destruyó esa dicha y aplicó la sanción moral correspondiente.