“Ese foto no pa, ser yo Migueline dei diable, yo pa, no tené oreje de burre…”
La tarde avanzó rápido y ya casi caía de manera vertiginosa sobre la noche. El grupo de mozalbetes pernoctaba en las banquetas de la avenida Libertad, cobijados de frondosos robles criollos y otros árboles criollos. Entre chanzas y chanzas salían a relucir las bellaquerías del día, las clases en el liceo y algo que no faltaba, los chismes de las noviecitas y las muchachas que llegaron nuevas a la comunidad, hijas mayormente de empleados públicos y comerciantes asentados en la zona, incluso extranjeros.
Huraldo hizo un chiste de la mala pasada que el fotógrafo Miguelino traveseó a un haitiano. A Tamayo iban muchos de estos extranjeros a adquirir ropas o a -“comprar una remúa”- como se decía, además de adquirir alimentos y utensilios de labranza en el mercado pueblerino. Los haitianos residían en barrancones y en casitas techadas de lodos en bateyes cañeros cercanos, pertenecientes al ingenio Barahona. Contaba Huraldo que el haitiano Oguí Pilé fue donde el conocido fotógrafo a hacerse un juego de fotos para sacar la cédula dominicana.
–“Yo paser ya dominiquén, yo pa, tené mi cedulé…”, decía orgulloso el extranjero.
Miguelino captó las imágenes con una “cámara fotográfica de cajón con flash” que permitía a éste hacer tomas de interiores. Dijo a Pilé que regresara dentro de cinco días a retirarlas, lo cual el extranjero hizo puntualmente.
Cuando éste volvió, ya Miguelino le esperaba con las fotos en un sobre. Pilé, orondo, lo abrió y soltó un solo grito:
-Migueline, Migueline dei diable, Migueline del demonie, ese no paser yo, yo no tener oreje de burre, boca de burre ni narí de burre, ese pa, no ser yo Migueline…
Miguelino, en tono serio y muy enfático, dice a Pilé:
-Ese sí eres tú, a ti fue que yo tomé la foto y no tengo culpa de que te parezca un burro.
Pilé irrumpió en “jipíos” y sollozos secos y clamaba al fotógrafo que él se había equivocado.
-No, ninguna equivocación, ese eres tú, no puedes negarlo. Mi cámara no se equivoca, a ti yo te tiré la foto y así salió usted mi amigo, no me eche a mí la culpa.
Pilé toma de nuevo las fotos y entre murmullos, gruñó:
-Ese no paser yo, ese no paser yo Migueline del demonie; ay Dio míe yo no paser un burre…yo no tené oreje de burre, ni boque de burre, yo pa tené narí grande, pero no ser narí de burre…
Hubo un largo silencio, Miguelino miraba fijamente a Pilé buscando con la vista el parentesco entre las fotos y su cliente. El haitiano también parecía comérselo a él con la mirada.
-De por Dio Migueline, dime que esas no ser fotes mía, pa´ yo no parecer burre…
Miguelino otra vez le responde de manera campanuda.
-No tengo yo culpa de que tú parezca un burro…
Otra vez el prolongado silencio.
Pilé bajó la cabeza y respiró profundamente, más bien resolló intensamente cual buey embravecido y miró de reojo para todos lados. Miguelino se alejó un poco de Pilé y chequeó sutilmente la puerta de salida del improvisado laboratorio fotográfico. El haitiano llevaba al cinto un filoso machete, pero ni siquiera lo había tocado.
La situación se tornaba no tensa en sí, sino de animosidad. Miguelino miraba a Pilé, pero no le perdía “ni pie ni cabeza” a sus movimientos. Trataba de adivinar como éste iba a reaccionar y por eso observaba tranquilamente mientras tendía la vista hacia la puerta de salida más cercana.
En eso entró al laboratorio una señora regordeta que se había bajado de un burro pardo. –Aquí parece que pasa algo-expresó después de un frugal saludo. –Ustedes aquí están tan serios, ¿qué es lo que pasa…? El haitiano salta de la silla donde estaba sentado y muestra las fotos a la señora, diciéndole:
-Verdá señola que ese no paser yo, que yo no parecé un burre…
-Seguro que no, usted es narizón, pero no tiene esa nariz de burro que se ve ahí- le consoló la dama.
Miguelino estalló en carcajadas y dijo entonces que había hecho montaje a las fotografías para jugarle una broma a Pilé, tomándole fotos a su burro y luego presentándolas como que era él. El haitiano también comenzó a reírse con la jugada que le había hecho el fotógrafo, no sin antes espetar:
-Migueline dei diable, no jugué así conmigue, uté queré maté a mí dei corazón..y yo maté a uté con este colín, uté va a vé ahora…
Cuentan que Pilé machete a mano cayó atrás a Miguelino y que éstos atravesaron raudos el poblado, uno detrás del otro, ante asombrados pueblerinos que vivieron aquella frenética carrera que llevó al fotógrafo Miguelino a Nueva York donde vive plácidamente y al haitiano Pilé a una abandonada comunidad rural de su amado Haití.
*El autor es periodista.
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