El rey de los egipcios que según Platón era contrario a la escritura, no por la invención en sí misma, sino por lo que presumía de los lectores, no alcanzó a ver que con esta técnica se abría la puerta a una rara línea de trabajo especializado, no para la conservación del pasado, para llevar cuentas de bienes o para establecer compromisos, sino para hacer ficción, es decir, contar, describir o exponer mentiras con una intención estética.
Escribir no es fácil y tal vez muchos de los que componen el extenso panteón de los escritores han sido grandes fabuladores, pero no siempre buenos para escribir con gracia y corrección. Platón mismo, quien demerita la escritura acaso por una razón religiosa, resulta sospechoso, porque escribió demasiado en una época en que hacerlo debía ser muy laborioso.
En castellano, por lo menos, no es fácil escribir y hacerlo bien, no importa quien diga lo contrario. De haber sido simple, como masticar chicle, el profesor Alberto Malagón lo hubiera argumentado en diez o doce cuartillas y no en cientos, como le fueron necesarias, en su intento por demostrarlo en un libro utilizado en la Autónoma, por lo menos, como texto para cursos de redacción.
La gramática de la lengua castellana es complicada como el álgebra y acaso un sustantivo sea suficiente para dejarlo en claro: placer. Pasearse con esta palabra convertida en verbo por todas las personas y tiempos según las reglas académicas puede ser una prueba suficiente de lo engorroso de escribir en castellano.
Y si este llega a ser incordiante, tal vez otro infinitivo, haber, resulte una muestra menos incómoda, pero no por ello despejada de dificultades.
Dedique usted una hora a escuchar con atención a los hablantes de la radio o de las reuniones públicas en las que algunos pueden tener la necesidad de improvisar alocuciones y caerá en la cuenta de las dificultades con las conjugaciones de haber. Hubieron tres muertes en la autovía… habemos cinco en cabina con camisas blancas… No importa lo que haiga allí. Algunos también escriben de esta manera.
Frases por el estilo son comunes en medios masivos de comunicación, en las academias y en conversaciones entre personas de cualquier nivel educativo, incluido alto.
Los niños, antes de haber pasado por el tamiz de la escolarización y de la supervisión familiar del habla, suelen saltarse la gramática convencional con salidas como estas: habió un ventarrón que se voló el techo… haberán mucha gente esta noche en casa… jugamos cuando haiga menos sol. No está demás escribir aquí que son formas de una naturalidad incontestable, pero contrarias al uso que esperan los gramáticos, para los cuales la corrección lo es todo.