Cada vez se hacen más rutinarias las dedicatorias de eventos deportivos a personajes que nada han tenido que ver con el desarrollo o la promoción de una disciplina.
Se falta a la ética -y hasta a la moral- cuando se intercambia “un homenaje por dinero”.
Otra vez son los políticos los más beneficiados de esa exposición pública, supuestamente honorífica, que en la mayoría de los casos son “patrocinios disfrazados”.
En muchos casos los honrados no asisten al homenaje y se hacen representar por compañeritos -de cualquier partido- pero su nombre se pone a sonar en cada mención que se hace sobre el evento, más que los mismos atletas.
Y lo peor es que ese “respaldo” se hace con dinero público a través de la institución que representa en un determinado momento. Muchos ministros, senadores, diputados, alcaldes, regidores, entre otros, se agencian esas “dedicatorias”, mientras unos pocos que se respetan no aceptan el “intercambio publicitario” que vulnera las buenas formas.
Ni siquiera el Ministro de Deportes merece un premio por cumplir con su trabajo.
¿O acaso no hay una dama, -o un caballero con arraigo- con méritos suficientes para recibir la dedicatoria de un torneo nacional de baloncesto femenino aunque no tenga dinero?
Por solo poner un ejemplo. ¡Que siga la degeneración!… ¡Nos pechamos!