Esa intervención siempre será mala

Esa intervención siempre será mala

Esa intervención siempre será mala

Rafael Chaljub Mejìa

Ante la crítica de quienes denunciamos la injerencia norteamericana en Venezuela, y criticamos al Gobierno dominicano por alinearse con Estados Unidos en esa crisis, hay quienes responden con el flaco argumento de que hay casos en los cuales los norteamericanos intervienen en favor de la democracia.

Como si hubiese intervenciones imperialistas malas e intervenciones imperialistas buenas.

Ponen como ejemplos de “intervención buena” la participación de los norteamericanos en el complot para matar a Trujillo en 1961 y la presión que ejercieron para que Balaguer entregara el poder en 1978.

Pero ahí están los resultados. Trujillo fue un engendro y capataz yanqui, y cuando a los 31 años su tiranía entró en crisis, dizque por miedo a otra Cuba, los norteamericanos favorecieron liquidación del déspota dominicano.

Metieron las manos y el resultado fue una transición bajo control imperialista, mediatizada, que dejó impunes los crímenes y los robos del régimen y sentó el precedente de la impunidad mediante el borrón y cuenta nueva. La vieja maquinaria de la tiranía quedó casi intacta.

Tanto, que cuando un gobierno electo intentó establecer la decencia y el respeto a las libertades como norma, a los siete meses fue derrocado, con la complicidad yanqui, por militares de la escuela trujillista y unos cuantos políticos irresponsables.

1966. La intervención militar yanqui nos impuso la dictadura balaguerista, que hizo y deshizo durante doce años con el respaldo norteamericano, y cuando en 1978 ese régimen se agotó, y el pueblo políticamente sublevado, se disponía a rematarlo y conquistar la libertad política, los norteamericanos metieron la mano y presionaron a su viejo aliado Balaguer para que se fuera.

Pero presionaron también al PRD y a su líder el doctor Peña Gómez para que abandonaran casi todas sus antiguas posiciones avanzadas para que giraran hacia posiciones conservadoras y aceptaran el tristemente célebre “fallo histórico” que, con senadores inorgánicos, instalados con votos que nunca fueron emitidos, puso el control del Senado y, por tanto, de la justicia en manos de Balaguer.

Los yanquis no podían evitar el cambio, pero tomaron los asuntos en sus manos y así como en 1961 nos impusieron el trujillismo sin Trujillo, en 1978 nos impusieron el balaguerismo sin Balaguer.

El fin de esa otra dictadura pudo haber dado paso a una real democratización, a verdaderos cambios progresistas, pero otra vez los norteamericanos intervinieron y esa oportunidad también se fue a pique. Y ocho años después volvió Balaguer a la presidencia.