Cíclicamente en el país, especialmente en los tiempos de Semana Santa y Navidad, se producen intoxicaciones y muertes de personas fruto del consumo de bebidas alcohólicas.
Se destacan mucho las tragedias que producen las que se fabrican sin los requerimientos sanitarios para el consumo humano.
Las autoridades hacen allanamientos en distintas provincias, y “descubren” fábricas ilegales.
Se anuncian medidas drásticas para detener y sancionar a los responsables. Pero, pasado el momento trágico, y cuando otras malas noticias nos ocupan, todo vuelve a la normalidad. Es lo mismo con otras drogas, que cada cierto tiempo se detiene a un gran capo, pero el negocio sigue su ritmo normal.
Todos sabemos que los consumos de alcohol se disparan en días feriados, pero cuando llegan la Semana Santa y Navidad la exacerbación de los consumos es brutal. La producción y venta de bebidas alcohólicas ilegales, que no clandestinas, forma parte de una respuesta a la demanda de alcohol de más fácil acceso económico, a personas que lo necesitan, o así lo creen.
Vivimos en sociedades que tienen asociados los momentos festivos con el consumo de alcohol. Entristecen las muertes de tantas personas cada año por esta causa. Pero también duele saber que las autoridades no disponen de un protocolo de atención y de alerta, y ni siquiera del antídoto para salvar vidas porque disponer del mismo no es rentable. De nuevo el negocio está por encima de la salud.
Hace muchos años que desde Casa Abierta hemos estado denunciando que el clerén, se comercializa libremente en bodegas y colmados de nuestras comunidades y barrios. Con el caso de las bebidas alcohólicas ilegales sucede lo mismo que con las drogas ilegales. Forman parte de un gran negocio que está instalado en el sistema de corrupción que abate a nuestra sociedad.
En este contexto las acciones aisladas y meramente coyunturales, como las actuales, no conducen a nada. El problema de los consumos de esa droga llamada alcohol es de una dimensión mucho mayor. Es un serio problema de salud al que no se le presta atención. Hay una cultura del consumo de alcohol que crece año tras año. La OMS ha dicho que el alcohol es uno de los riesgos más significativos para la salud en el mundo. El consumo de alcohol contribuye a 3 millones de muertes cada año en todo el mundo y es el principal factor de riesgo de mortalidad prematura y discapacidad entre las personas de 15 a 49 años. La región del Caribe, de la que somos parte, es particularmente afectada por estos consumos.
La República Dominicana ocupa el séptimo lugar en consumo entre los 36 países y Estados del continente americano. Se estima que el 62% de la población dominicana consume alcohol, y aunque está prohibido la venta a menores de 18 años, la edad de inicio en el consumo se sitúa en los 13 años, y bajando.
Nuestro país ocupa el doloroso cuarto lugar en el mundo en muertes por accidentes de tránsito, muchas de las cuales están asociadas al consumo de alcohol. Pero además el 90% de los que consumen otras sustancias también consumen alcohol. Así de grave es el problema de los consumos de alcohol, que algunos en el pasado han llamado “la gallina de los huevos de oro”, por el gran negocio que significan y por sus aportes a las finanzas públicas.
Desde Casa Abierta seguimos abogando por una nueva política sobre drogas enfocada prioritariamente en una educación integral, promoviendo estilos de vida saludable, la educación para la salud, la sana recreación, la creación de oportunidades a las personas jóvenes…, entre otras deudas sociales acumuladas. Pero nuestros dirigentes se muestran incapaces de pensar y actuar de forma diferente frente a fenómenos sociales como el de los consumos de sustancias. Es una responsabilidad del Estado garantizar la prevención y protección de la ciudadanía.
También en la familia debemos entender que es nuestra responsabilidad enseñar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes los peligros del consumo de alcohol, y todas las drogas. Si no lo hacemos, estaremos asistiendo periódicamente, y solo como espectadores, a estos dramas que se repiten cada año de forma periódica, sin que veamos resultados tangibles en la reducción de la demanda y oferta de drogas en nuestra sociedad, demanda en la que esa droga llamada alcohol está en primer lugar.