Con las debidas salvedades, sostendré de entrada que sí. No se trata, sin embargo, de un racismo virulento y radical como se podría observar en países en los que primó en un determinado periodo la institucionalización de la segregación entre blancos y negros.
En la isla la “Española”, de donde surgen Haití y la República Dominicana, los colonizadores, por distintas circunstancias, propiciaron, por lo general, una discriminación menor en comparación con la ejercida por otras potencias europeas en sus colonias. Aunque en la parte este de la isla esa discriminación menor no supuso la supresión clasista, la misma dio lugar a una mezcla sexual y de razas.
A esta mezcla coadyuvó también la seria decadencia socio-económica que nos abatió principalmente durante los siglos XVII y XVIII y que propició un mayor acercamiento y nivelación entre dominados y dominadores.
Las señaladas situaciones dieron lugar al surgimiento de un amplio y laberíntico mulataje que, como dice Pedro Pérez Cabral (Corpito), “andando el tiempo, al cabo de cuatro siglos, no ha caminado todavía en un estadio uniforme y homogéneo” (“La comunidad mulata”, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2007, pág. 122).
Ese mulataje ha arrastrado prejuicios y expectativas que hacen, como lo señaló en su libro “Santo Domingo, cultura, política e ideología”, el sociólogo Franklin Franco, los dominicanos no apreciemos lo nuestro, “entendiéndolo ajeno”, y apreciamos lo ajeno “entendiéndolo como nuestro”.
En República Dominicana desde diversas instancias se ha estimulado la aversión al negro. Esa aversión se vivió durante la dictadura de Trujillo y luego, al punto que durante ese régimen, y posterior a él, se permitió que en el documento oficial de identidad personal se registrara el color “indio” como un rasgo de identidad de muchos dominicanos y dominicanas.
Múltiples actitudes y manifestaciones de la vida nacional expresan la negación de la piel de color negro. Y peor, del negro haitiano. Veamos el tono de la piel prevaleciente en los modelos de la mayoría de los anuncios publicitarios de gran parte de nuestros medios de información y comunicación y nos convenceremos.
El rechazo al negro haitiano, algunos han pretendido explicarlo por las confrontaciones dadas históricamente, así como por los conflictos fronterizos, pero confrontaciones hemos tenido con España, Francia y Estados Unidos, y contra sus nacionales no se registran los mismos sentimientos.
El tema del racismo dominicano es complejo y tiene muchas aristas que no se pueden tratar todas en un espacio breve. Pero una cuestión es fundamental: las ideas racistas y la discriminación por el color de la piel son una vergonzante manifestación de prejuicios, atraso e inhumanidad que ninguna sociedad debe tolerar.
Avancemos hacia una sociedad más humana y respetuosa de la diversidad, en que seamos capaces de convivir como iguales siendo diferentes.