Cada vez que el hombre se olvida de Dios, optando por recorrer caminos contrarios a los designios divinos, sufre consecuencias desastrosas para su vida y los que habitan a sus alrededores.
Sólo hay que ver la historia del Diluvio, Sodoma y Gomorra, y la de los israelitas, contadas ampliamente en el Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia), para darse cuenta que toda vez que la maldad arropa la humanidad ocurren procesos que obligan al hombre a volver a Dios.
Relata el libro del Génesis que, en los tiempos de Noé todo designio de los pensamientos de las personas era de continuo solamente al mal. La tierra estaba tan llena de violencia que a Dios le dolió haber hecho al hombre (Genesis 6:6); por eso tomó la decisión de destruir con agua a todo aquel que no desistiera de su mal camino.
Dios destruyó con fuego y azufre a Sodoma y Gomorra, cuyo pecado, caracterizado por las frecuentes prácticas de inmoralidad sexual y homosexualidad, se había agravado al extremo de que los hombres quería vivir con los ángeles que fueron a anunciar su destrucción (Genesis 19).
Del pueblo de Israel hay mucho que decir: es la típica historia de obediencia y desobediencia; bendiciones y maldiciones, pues como sucede hoy, a Dios lo buscamos si lo necesitamos.
La mayoría de las personas sólo cumplen las leyes divinas y terrenales cuando se aplican mecanismos de consecuencias que afecte sus intereses. Así que, del mismo modo en que existen cárceles para los que delinquen y multas para los que comenten infracciones, es necesario que Dios permita situaciones que impulsen a las personas a enderezarse; de lo contrario, la maldad crecerá hasta un punto tan incontrolable que será mejor la muerte que la vida.
Pero Dios es misericordioso y siempre está dispuesto a perdonar. En el tiempo del Diluvio salvó a Noé y su familia, porque le creyeron; de Sodoma y Gomorra sacó a Lot y a sus hijas, y a los israelistas los libró de sus enemigos toda vez que se humillaron. Lo mismo puede hacer por ti y por esta nación, si se arrepiente.
¿Qué es lo que demanda Dios? hacer justicia, amar la misericordia y humillarse ante él (Miqueas 6:8).