En las clases de historia dominicana he conocido las características que tenían los principales modelos de dictaduras que hemos padecido. Nunca olvido el tono aleccionador en que hablaban mis maestros, a quienes observaba el brillo de sus ojos mientras describían el horror, al tiempo de afirmar que en nuestro país no debía permitirse otra dictadura como la de Ulises Heureaux o la de Rafael Leónidas Trujillo, ya que esa forma de gobierno había acarreado muchas desgracias al pueblo dominicano y, principalmente, a quienes osaron oponerse a sus abusos.
No sé por qué razón, o por qué latido secreto inexplicable, algunos hechos ocurridos en el país me devuelven a esos días en que escuchaba a mis profesores hablar de las dictaduras. Uno de esos hechos ocurrió la semana pasada al ver un video, difundido por las redes, en el que aparecía un señor llamado Eduardo Miguel Villamán Fadul (Sobrino del Ministro de Interior y Policía de la República Dominicana) mientras insultaba y agredía a un agente de la Amet que quiso amonestarlo, como a cualquier ciudadano,por una infracción de tránsito.
El sobrino del ministro amenazaba al agente y le vociferaba un sin número de palabras soeces, al tiempo de mostrar la prepotencia que exhibe el que está borracho de poder, como ha sido costumbre entre los familiares y allegados a las pandillas que han gobernado al país bajo las dictaduras. La situación llegó más lejos aún porque el “ungido” de poder atentó contra la vida de la gente pisándole una pierna con su vehículo, el cual puso en marcha a pesar de tener al policía delante, mientras repetía unas palabrotas que eran muy común en boca de los enfermos asesinos que nos han gobernado, para quienes las personas no significamos nada. Con esta acción se mostraba una de las características del que posee exceso de poder, que es la ausencia de autocontrol sobre su capacidad de dañar a las personas.
Para rebosar la copa obligaron al agente de Amet a retirar la denuncia que había hecho contra un sujeto delincuente, violador de la ley de tránsito y agresor de una autoridad, porque si no lo hacía le iban a cancelar de su trabajo, de donde obtiene el sustento para mantener a su familia. Al igual que en las dictaduras, la ley y el orden solo se aplican a los de abajo.
Fue hasta vergonzoso ver a los agentes de Amet amedrentados. Ellos que son tan abusadores cuando se trata de los motoconchos o de los choferes de carritos públicos, a quienes en muchas ocasiones golpean y esposan sin necesidad. Era muy propio ver estas escenas en las dictaduras, donde el sátrapa mantenía en terror hasta a sus servidores y secuaces.
Y la característica más dolorosa: Sencillamente, a pesar de la acción delincuencial, no pasará nada, como ya es costumbre entre los compañeros del Ministro, si los crímenes son cometidos por los que se cobijan bajo la bandera que tiene el control del aparato de Estado. Muy propio también de las dictaduras.
En definitiva, lo que está ocurriendo es que hay un esquema de gobierno en el que la ley no es igual para todos, en el que el poderoso hace lo que quiere sin medir consecuencias. Y eso en la vieja historia se llamaba dictadura, que eran dirigidas por un asesino de mano dura. Aquí, en este presente de ficción, parece emerger una nueva modalidad de dictadura, edificada por una bandería partidaria que sopla, como el ratón, para que no se sienta su mordida.
Si no es así, como llamar al país donde no se respeta la Constitución, donde se arman tribunales para cubrir a los corruptos y donde las instituciones solo son asumidas como medios para repartirse el presupuesto entre los socios de una especie de empresa familiar, para los cuales no hay barreras en los privilegios.
Con razón hemos llegado a los niveles de violencia en los que está la sociedad dominicana, porque el mensaje es claro: solo el que es poderoso sobrevive en esta selva. Y para ser poderoso hay que hacerse de dinero como sea y ser parte del grupo en el Poder. Los que no pueden lograrlo por la vía de robarse el presupuesto han salido a robarse las carteras de los demás, a asaltar los bancos y a penetrar a los hogares en busca de alguna migaja de la pócima mágica que, de acuerdo a las enseñanzas de los que están arriba, otorga la absolución de todos los pecados. Por eso se ha impuesto la máxima de “hágase rico y miembro del PLD y ninguna ley se aplicará en su contra”.
La historia no se equivoca en mostrar, con sobrados ejemplos, que cuando se tiene demasiado poder es muy fácil pasar de la embriaguez al exceso. Y en este pedazo de isla hace rato que los excesos nos arropan.
Así andamos. Lo que no sabemos es si llegaremos.
Isauris_almanzar@hotmail.com