Insisto en que crearé un sindicato, Unión de Víctimas del Tránsito Caótico (Unvitrancao), porque el tránsito está tan crítico que sólo la acción cívica evitará alguna explosión social. Somos demasiados, hartos de que la autoridad sea el enemigo en vez de aliado para solucionar el desorden.
Todos tenemos culpables favoritos: que si tal ayuntamiento u Obras Públicas, la Presidencia u otra instancia oficial.
Por mucho, el mío es la inoperante Dirección General de Seguridad de Tránsito Terrestre (Digesett), cuyos socios, pseudosindicatos de transporte de pasajeros y carga, ‘resuelven’ colectivamente arriba sin picoteo abajo. Los conductores privados somos víctimas de ambos. Nunca se quejan los motociclistas, los conchos, las voladoras y guaguas, camiones ni patanas, todos sindicalizados.
Esos gozan de impunidad en las vías públicas. No respetan semáforos ni leyes de tránsito. Los agentes de Digesett nunca los ven.
En Guangzhou (antes Cantón), me asombró que no permiten motocicletas en vías públicas urbanas. En ninguna ciudad extranjera he visto policías brutos sustituyendo semáforos inteligentes.
En verdad es hora de que quienes no somos socios de Digesett formemos nuestro propio sindicato, el Unvitrancao. “¡Impunidad para todos!”, será el lema. ¿Quiénes se animan?