He simpatizado con el reclamo verde para imponer el fin de la impunidad y que logremos una sociedad con imperio de la ley y debidos procesos legales.
Pero es un error pretender atribuir sólo al gobierno la tremenda corrupción que infecta nuestra nación. Es mentira que la podredumbre la impongan sólo los gobiernos; es mentira que sólo los políticos son ladrones y delincuentes; es mentira que toda la oposición sea más virtuosa o posea mejores destrezas gubernativas que las actuales autoridades.
Ese enfoque derrota el propósito de exigir correcciones, pues una gran verdad (que estamos urgidos de cambios radicales para evitar males peores como perder la libertad democrática), no puede afirmarse en base a tres o más falacias.
El fin de la impunidad y establecer el imperio de la ley, requiere de compromiso gubernamental, pero también de mejores ciudadanos.
¿Pudo todo el criminal drama de la OMSA, por ejemplo, ocurrir sin notoria complicidad de negociantes bandidos? ¿Cuántos testigos no cómplices pudieron haberlo delatado previamente? El verdor luce parcializado.
