Hacía mucho que yo no lloraba de rabia. Hoy abrí “El País” -como todos los días en mi oficina- para leer sus magistrales reportajes y artículos, y mis ojos se topan, impactados, con la noticia de que el Ernesto Cardenal, el poeta nicaragüense vivo más grande de la patria de Rubén Darío, ha sido demandado a pagar la suma de 800 mil dólares por “daños y perjuicios” a una propiedad.
Hace varios años, en el marco del Festival de Poesía de la Montaña de Jarabacoa, fui uno de los poetas que firmó un manifiesto de solidaridad con Cardenal cuando el gobierno sandinista –al quellevó al poder y defendió con uñas y pluma, y del cual fue Ministro de Cultura- lo tenía acorralado y cercado, ese mismo proceso revolucionario, que tanto difundió por el mundo con su prestigio en las letras y el sacerdocio, el Cardenal Ernesto -como le decía Octavio Paz.
Otrora paradigma de libertad y dignidad contra la dictadura de Somoza, este régimen, ahora convertido en una dinastía por los esposos, el presidente Daniel Ortega y su esposa, la mediocre poeta Rosario Murillo, se ha transformado en su verdugo.
Cardenal es una gloria de las letras nicaragüenses, centroamericanas y latinoamericanas, y como tal se ha ganado la admiración y el respeto como paradigma de justicia, fe y santidad. Sus únicas vestimentas que han ocultado su desnudez son una camisa blanca sin cuello, una boina, unas sandalias y un pantalón jean.
Pero el gobierno ahora quiere dejarlo morir con una mano detrás y otra delante, y condenarlo a vivir en la intemperie.
En su casa solo posee algunas obras de arte (algunas esculpidas por él mismo, pues es escultor), un catre, una hamaca, una cama, una mecedora y algunos libros. No necesita más nada para vivir y esperar su muerte. El papa Juan Pablo II lo condenó a un año de “silencio reflexivo” (siempre recuerdo la frase) por adherirse a la “teología de la liberación”.
Candidato legítimo al Premio Cervantes, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Cardenal fue monje trapense y discípulo aventajado de Thomas Merton, y sigue siendo sacerdote porque predica el evangelio cristiano, la bondad y el silencio.
Pero el sandinismo de Estado ahora lo condena a la ilegalidad y a pasar los peores momentos de su vida, que serán los últimos días de su hermosa vida de cura-poeta, a sus 92 años. ¡Qué forma tan infernal de arrinconar a un poeta y sacerdote de la paz y la poesía!
Visité Nicaragua por primera vez, en 2011, invitado por los organizadores del Festival Internacional de Poesía de Granada, uno de los más grandes del mundo, en cantidad de poetas invitados y público visitante (donde me fotografié con Cardenal), y me impactó la devoción del pueblo nicaragüense por la poesía.
Me asombré de ver cada noche miles de personas (incluyendo ancianos) que acudían a oír leer a los poetas, en el parque público de la Granada colonial, gracias al tesón de Gloria Gabuardi y su esposo, el carismático poeta Francisco de Asís, quienes han mantenido, contra viento y marea, esta fiesta anual de la poesía.
Con esta sentencia de un tribunal sandinista quieren humillar y mancillar a Cardenal. ¡Oh patria deDarío, presidida por el filibustero William Walker, tiranizada por los Somoza, y ahora secuestrada por una dinastía!
Impulsor de la poesía conversacional y mística, Cardenal, que ha hecho voto de pobreza y de meditación diaria, ahora necesita la mano devota y el calor humano. Poetas del mundo, ¡uníos para defender la dignidad y la moral del cardenal de la poesía!