
Una carta de amor manuscrita se desliza por la ventana. Es del esposo de Yusley, que luego la lee entre el alborozo de sus amigas.
Sería una tierna escena de amor adolescente, si no fuese por lo que hay detrás de la ventana.
El esposo de Yusley está preso. Y espera que lo trasladen a otra cárcel porque, a apenas 20 metros de distancia, hay una celda ennegrecida en la que el día anterior hubo un motín y un incendio que dejó 68 muertos, 66 reos y dos mujeres que visitaban.
A falta de conocer exactamente qué pasó y sin respuestas oficiales, a las afueras de la comisaría de la ciudad de Valencia, en el norte de Venezuela, se mezclan las escenas de alivio con las de desesperanza.
