Equipo Internacional de Antropólogos Forenses

Equipo Internacional de Antropólogos Forenses

Equipo Internacional de Antropólogos Forenses

Wilfredo Mora

En la década de los 70`s, la situación política de Latinoamérica era muy grave en materia de violencia política, de represión policial; fue una época marcada por dictaduras militares surgida por golpes de Estado, connotaciones religiosas y jurídicas muy desventajosas para la población, que aportó casi todos los muertos de la democracia.

Concretamente, en Argentina, luego de la dictadura militar del 24 de marzo de 1976-1983, inició un clamor de gran parte de la sociedad, a través de una Comisión de la Verdad (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, Conadep), de la actuación de la justicia, para dar respuestas a los familiares de las víctimas y juzgar a los responsables de los hechos.

En aquel contexto posdictadura no había condiciones para atender la necesidad de exhumar e identificar cuerpos que se hallaban enterrados en cementerios, y los cuerpos periciales, dependientes del Poder Judicial y de las Fuerzas de Seguridad, no eran ‘aptos’ para la tarea de las exhumaciones, y los familiares de las víctimas desconfiaban del sistema oficial durante la dictadura, del que habían sido parte, y en varios casos, cómplices de ella.

Pero el problema era otro: no tenían la capacidad técnica ni la experiencia para exhumar cuerpos que ya se hallaban esqueletizados, ni para analizar restos óseos.

Argentina aportó los primeros antropólogos forenses en América Latina. Fue por demandas de las familias, y no por una necesidad del Estado frente a tantas violaciones de casos de derechos humanos y ocultamiento de cuerpos, de parte de las autoridades militares.

En 1983 se realizaron muchas impericias. Las prácticas de los antropólogos forenses participaron en cientos de exhumaciones realizadas de manera incorrecta con palas mecánicas o por sepultureros, destruyendo o mezclando restos, perdiendo piezas óseas y realizando análisis deficientes que no dieron resultados.

Esta situación obligó a las Abuelas de Plaza de Mayo a recurrir a especialistas forenses extranjeros. A principios de 1984 llega Clyde C. Snow, antropólogo forense texano y uno de los fundadores de la disciplina, marcando el origen de la aplicación y desarrollo de la antropología forense.

Ha transcurrido 40 años de trayectoria del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), con trabajos de investigación en más de 35 países del mundo.

Desde sus inicios en la década de los ochenta, introduce cambios en el campo de la antropología forense aplicada a la investigación de casos de desaparición forzada y la búsqueda e identificación de los restos de las víctimas, impactando en el rol del antropólogo forense en la identificación de personas desaparecidas; en la investigación arqueológica, con excavación de fosas; en ellas se lleva a cabo la localización de lugares de entierro (fosas clandestinas), la recuperación de evidencia ósea y artefactual; investigación antropológica, mediante análisis de laboratorio, donde se procede al estudio de los restos óseos y objetos asociados, con el que se completará el proceso de análisis de la información.

Y finalmente, frente a la necesidad de los antropólogos forenses de acompañar a los abogados que elevan denuncias ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para aportar informes objetivos y pruebas fehacientes.

Gracias a la experiencia argentina, la verdad, la justicia, la memoria, la reparación y la reconciliación, son conceptos concretos que empoderaron a las familias y que ahora es un deber del Estado mantenerlos como principios fundamentales.
En la actualidad, Luis Fondebrider es la figura al frente de la EAAF; es a quienes debemos convocar para la investigación de los huesos de Caamaño.