Dr. Rafael Molina Morillo, director de El Día.
¡Miren el tesoro que me he encontrado, gracias a mi manía de escarbar y manosear papeles viejos, entre los cuales, a veces amarillentos por el paso del tiempo, descubre uno curiosidades históricas que nos remontan a un curioso pasado.
Esta vez me tropecé, sin proponérmelo, con un legajo de recortes de periódico correspondientes a los años 1932 y 1933, contentivos de una columna sobre temas ligeros titulada “Entre papeles viejos, casos y cosas de aquí y de allá” y de la autoría de don Luis E. Alemar. Lamentablemente no he podido determinar cuál era el periódico que le daba cabida.
Tengan por seguro mis amables lectores que en uno que otro de mis “Buenos Días” me nutriré de tan interesante como ameno material, asumiendo que cuento con la gentil autorización de su distinguido autor.
Pero no puedo cerrar mi columna de hoy sin compartir siquiera dos muestras de las curiosas revelaciones en cuestión.
La primera, en las propias palabras de Alemar: “Allá por el año de 1890, año que por cierto jamás podremos olvidar por haber ocurrido en él la muerte del ilustre filántropo y educador Pbro. canónigo Francisco X.
Billini y Hernández, fabricó en Moca el laborioso señor Manuel M. del Orbe, un piano para la enseñanza de sus hijos, construyendo la mayor parte de sus piezas interiores con huesos de pollo y la caja de nogal dominicano.
Actualmente el referido piano existe y se conserva en San Francisco de Macorís, tocándose todavía en él”.
La segunda: “En aquellos lejanos tiempos en que solamente en pinturas, catálogos y otros impresos se conocían las bicicletas, pues ninguna había llegado todavía al país, el inteligente joven vegano Carlos María Sánchez fabricó una muy perfecta y acabada, a la cual con gran inteligencia y arte adaptó como gomas para las ruedas las bandas de un billar, tan habilidosa y artísticamente trabajadas, que causaron admiración”.
¡Ah, del ingenio de los dominicanos: fabricando pianos con huesos de pollo y haciendo bicicletas de oídas!
