Esta semana Mons. Alfredo de la Cruz Baldera compartía conmigo un blog que acaba de iniciar para tratar temas de tanta relevancia como la Inteligencia Artificial. El blog se llama IA ANTROPO Inteligencia artificial, ser humano y religión y motivo a su búsqueda y lectura ya que pocos espacios de tal nivel tenemos en nuestro entorno para el debate de cuestiones esenciales para nuestra especie.
Sobre las preocupaciones que todos tenemos sobre el futuro de nuestra especie humana, tanto por los cambios sociales que vivimos, como por los descubrimientos científicos que estamos alcanzando y las tecnologías que somos capaces de ejecutar -y que de hecho hacemos- propongo mirar hacia el pasado y ver cómo nuestros antecesores percibían riesgos en su futuro -que es nuestro presente o pasado reciente- de los que hoy a veces nos reímos, pero en otros casos confirmamos la razón de sus inquietudes.
El tema es relevante, independientemente si se tiene Fe o no. Pensar a futuro lo que ocurrirá con los cambios sociales y tecnológicos en curso en el presente no es posible, siguiendo los criterios de Popper, pero si podemos viendo hacia el pasado estudiar cómo los que vivieron antes que nosotros temían a futuros posibles que podían conducir al exterminio de la raza humana o la aniquilación de la civilización.
A mediados del siglo XIX, por ejemplo, se consideraba que velocidades superiores a las que un hombre experimentaba al galope de un caballo podía afectar gravemente el cuerpo humano.
El debate se hizo más radical cuando las locomotoras de vapor ganaron velocidad y más cuando se inventaron motores de combustión interna. Antes de que los soviéticos lanzaran el primer hombre al espacio muchos gastaron tinta diciendo que eso aniquilaría a Yuri Gagarin. Puede mover a risa hoy pero en su momento generó expresiones histéricas.
El tema del reconocimiento de la humanidad plena de los africanos que fueron traídos esclavizados a el Caribe y al resto del continente americano provocó serios debates durante cinco siglos y los argumentos opuestos a eliminar la esclavitud estaban bien sustentados si nos atenemos a la argumentación y las normas de la retórica, pero todos los hombres y mujeres esclavizados fueron emancipados y no terminó la humanidad.
Algo semejante ocurrió con el reconocimiento de la plena igualdad de la mujer en términos políticos, de estudio, ejercicio profesional y autonomía financiera. Hubo autores que afirmaron que si eso ocurría se destruiría la humanidad. Era inconcebible una sociedad donde hombres y mujeres tuvieran plena igualdad.
En cambio, en el caso del desarrollo de las armas atómicas si tenían razón los que advertían de su riesgo, al estar en manos de unos pocos países o líderes, basta pensar en las matanzas de Hiroshima y Nagasaki, los actos terroristas de mayor gravedad en la historia de la especie humana, y las posibilidades reales de que ocurran hechos semejantes o peores.
Mirar hacia el futuro, con su carga de posibilidades de desarrollo de la ciencia y artilugios técnicos, pero también con el grado de responsabilidad que asuma nuestra generación y las siguientes, siempre es un territorio de incertidumbre, pero a la vez es una invitación a la creatividad y al compromiso con una humanidad plena para todos los seres humanos que amplíe nuestra lucidez, la libertad responsable y la capacidad de amar a los demás.