Durante las últimas décadas la política ha sido el quehacer institucional más efectivo para la meteórica movilidad social vertical ascendente de un grupo de personas en nuestra sociedad y fuera de ella.
Individuos que antes del ejercicio político, o al inicio de él, se caracterizaban por ser parte de los sectores precarizados de la sociedad, hoy son parte de elevadas instancias políticas que se pueden considerar como verdaderos clubes de multimillonarios.
La forma de conducirse de una alta proporción de dirigentes políticos tradicionales, encuentra origen en la asunción de un marcado pragmatismo que despoja el ejercicio político de muchos de sus requisitos éticos y que hace evaluar la corrección de las posiciones en la conveniencia o en el éxito material.
El sociólogo alemán Max Weber dijo que hay dos maneras de hacer de la política una profesión. El vivir para la política o vivir de la política (El político y el científico, Pág. 95). No vemos inapropiado ejercer la política como una profesión para vivir de ella. Pero una cosa es vivir de ella y otra ejercerla para enriquecerse ilícitamente.
Este último es el caso de muchos “políticos” dominicanos. Lo es en los casos en que aprovechan sus posiciones y su poder para sobornar o dejarse sobornar (Odebrecht, Punta Catalina), o para llevar a cabo el peculado o la malversación (PEME, CORDE, CEA), cuando se asignan a sí mismos sueldos privilegiados como funcionarios de alto nivel, o como jefes y componentes de consejos de administración, cuando se “autoliquidan” en instituciones bancarias o de otro tipo, cuando sobrevalúan obras (OISOE), cuando se auto-asignan millonarias pensiones sin tener los merecimientos para ello, cuando hacen compras o contrataciones amañadas, cuando aceptan aportaciones millonarias de narcotraficantes.
En fin, cuando se hace uso de una o varias de las maneras utilizadas por políticos para enriquecerse ilícitamente.
Todo lo anterior no me conduce a la anti-política, la cual considero una posición totalmente errónea, pues como sostuvo nuestro inmenso Juan Pablo Duarte, la Política “es la ciencia más pura y la más digna, después de la Filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”. Claro está, cuando nuestro gran patricio dijo esto no se pudo imaginar que en nuestro país muchos políticos descenderían al lugar al que han llegado.
A tono con nuestra exposición anterior, entendemos totalmente pertinente y urgente la aprobación del proyecto de ley que someterá la senadora Faride Raful eliminando el barrilito; consideramos necesario eliminar todas las formas de privilegios en el Congreso y en la administración pública, y percibimos oportuna la propuesta presidencial para reducir la asignación establecida para los partidos políticos.
En esta materia y en relación a todas las disposiciones que nos adecenten y nos hagan una sociedad más equilibrada, el Presidente de la República debe ejercer su liderazgo partidario y constitucional sin contemplación.